sábado, 16 de julio de 2011

1.

Quinto. No quiero que haya peleas ni por los pasillos ni por las afueras del centro. Las rencillas, en vuestras habitaciones.


Sexto. Todos los domingos, los que profesen nuestra fe, han de acudir a la Capilla de las Tres Delicias, situada junto a el cementerio. Ya sé que está colocado en un mal sitio, pero, ¡es lo que hay! Es lo que he decidido yo y lo que va a ser.

Séptimo, a finales de cada curso se celebrará un Festival de las Delicias, dónde se harán actuaciones de toda clase, y cuyo premio volverá a ser un misterio este año…pero estoy seguro de que os va a gustar.

Tampoco quiero adelantarme, pero no quiero que haya trampas este año. El pasado ocurrieron cosas que prefiero no mencionar y que más vale que olvidemos todos de una buena vez, ¿me habéis entendido? ¿Sí? Pues espero que sea verdad…

Octavo, es obligatorio ir con los uniformes todos los días de la semana, sólo podréis cambiaros cuando vayáis a salir a la ciudad. Tampoco os podréis quejar de que no tenemos variedad al vestir, ¿no creen?

Noveno, las clases son mixtas pero hombres y mujeres habrán de separarse cuando se celebren los partidos convencionales, los bailes…antes de que empiecen. Lo demás supongo que lo sabréis ya.

Décimo y último, y esto va sobre todo para los mayores, a los que solamente os queda un año aquí... ni se os ocurra tramar nada extraño, no quiero complots para buscar aquello que ya sabéis, ni que pongáis en peligro la vida de los demás alumnos, porque sino quedaréis expulsados automáticamente y para siempre, ya sabéis que aquí no se repite curso.



Bueno, pues ésas son ya todas las normas que os puedo decir, vuestros profesores os informarán del resto a medida que empecéis las clases, aunque en esto debo referirme a los nuevos porque los que lleváis ya tiempo por aquí las conocéis y reconocéis de sobra.

Aquí se enseñan muchas cosas, no perdemos el tiempo en absoluto, aunque a menudo haya más de uno que se queje de que vamos demasiado rápido. La vida es corta, muchachos, y cuando menos nos lo esperemos llegará a su fin. El saber no debe de seguir sólo para encontrar una profesión y labrarte una buena posición económica y social, porque también ha de dar la felicidad. O mejor dicho los pasos más adecuados para avanzar por la vida, porque la felicidad es una dama caprichosa que se nos escapa a todos a menudo. Aprender nos ayudará a encontrar un camino. O simplemente a enriquecer nuestra alma porque...¿Acaso no es eso lo que importa al final?

Eso lo sabemos todos en el fondo…aquí aprendemos a crecer, a saber, y a vivir. Porque también se experimenta, se siente, te pones a prueba…es algo muy necesario, y pronto lo sabréis… bueno, eso es todo lo que tengo que decir. Os deseo suerte y que tengáis una buena cena.



Salomón Di Hartoon se sentó en un silla bajo una auténtica salva de aplausos, todos muy sinceros, a pesar de que ése era el discurso que soltaba todos los años. Katherine se sintió muy impresionada por aquel discurso, y no supo si el director le caía bien o mal. Parecía un hombre liberal, con ideas progresistas en la cabeza y amable, a pesar de su aspecto imponente y la severidad que demostraba.

¡En fin! Ya lo sabría en el transcurso de los días siguientes.

Bellatrix la miró y sonriendo, dijo:

- Y bien, ¿te has enterado ya de todo?

- Perfectamente, Bellatrix. La verdad es que me ha impresionado, aunque no sé lo que pensar del director.

- Normal, está un poco loco, pero es un gran hombre, y muy profesional. Cumple con todo lo que dice a rajatabla.

- ¡Vaya!-Katherine comenzó a balancearse de un lado para otro. Acababa de terminar de comer y estaba bastante nerviosa, con una idea en la cabeza, no muy segura de llevarla a la práctica o no.

Bellatrix bostezó educadamente, tapándose la boca con una manita blanca como la nieve.

-Creo que ya es la hora de que animemos esta cena…¡es el primer día!-Bellatrix miró de un lado para otro, mirando como la cena proseguía, y luego avanzó unos diez pasos lejos de su mesa. Tras esto, sonrió de forma encantadora y comenzó a cantar:

No queda mucho, a pesar de que es el primer día,

Nos queda un largo camino por delante,

De aquí al último día,

No te creas que va a ser fácil,

Aquí nada es fácil,

Somos tan rápidos como la vida,

El tiempo corre,

Y llegará el momento en el que se acabe,

Has de aprender a seguirlo,

Antes de que te pille la muerte…

¡esa dama caprichosa!

Esa niña lo estaba haciendo ahora muchísimo mejor que antes, sus movimientos a la hora de bailar era más suaves, más tranquilos, pero mucho mejores y más naturales que nunca. Claro que, por supuesto, sólo estaba empezando.

¿Queréis seguirme?

Yo me encargaré de ayudaros a todos,

Os llevaré hasta el final,

Pero para eso tenéis que resolver un problemita,

Encontrar la fórmula de la verdad,

Llegar al principio del camino…

Una de las chicas que seguía a Bellatrix comenzó a cantar también. Era una chica rubia de ojos azules, típicamente inglesa, y que tenía una bonita voz que dejaba a las claras que era toda una promesa, aunque Katherine no oyó lo que decía, ni tampoco lo hizo cuando se pusieron a cantar las otras cinco chicas. Estaba atentísima a lo que hacía Bellatrix, sintiendo la envidia correr por sus venas, pero más el no poder hacer lo mismo.

¿No poder, bueno…?

Ya, ya, ya,

Prepárate para lo que te espera,

Juega a lo que no debes,

Y te encontrarás al final del camino,

No esperes misericordia,

Si te tropiezas con la misma piedra,

Antes de que sea demasiado tarde…

¡sal a la pista!

¡Sal y no pares!

Fue a partir de aquí cuando la cosa se fue animando…y mucho.



Mientras tanto…

Un muchacho rubio y de piel pálida pero sonrosada estaba cenando tranquilamente, mirando de un lado para otro mientras dejaba vagar sus pensamientos, cuando de repente sintió un golpecito en el hombro.

-¡Auch!-se giró, y al ver quién había sido sonrió feliz-¡Lucy!

-¿Por qué estás tardando tanto en terminar de cenar?

-Pues…no lo sé, la verdad.

-Pensé que estarías demasiado nervioso para cenar siquiera-dijo la muchacha sentándose a su lado.

-Déjame adivinar: tú no has probado bocado.

Lucy se echó a reír.

-¡Pues sí lo he hecho! Lo que pasa es que te veía tan distraído…

-Normal…es bueno relajarse para lo que nos espera.¡Tú también deberías relajarte, hermanita!-Kevin cogió un vaso de té de la parte más alejada de la mesa y lo puso en manos de Lucy-¡Toma, para ti!

-¡Pero si yo no!¡Qué demonios, pues sí que estoy bastante nerviosa!-Lucy cogió la taza y le dio un sorbo de té, mientras se inclinaba para decirle algo a su hermano por lo bajinis.-¿Has visto ya a Geoden?

-Sí, y está tan fanfarrón como siempre.

-¿Fanfarrón?¡Qué mentiroso! Estoy segura de que te has quedado mirando a Dafne-Lucy le lanzó una mirada de picardía que fue respondida con un alzamiento de cejas por parte de Kevin.

-¡No la he mirado! Bueno, un poco sí…¡pero eso son cosas de hombres, que lo sepas...!

-Sí, ya, ya, pues míralo ahora…-Lucy le tocó el brazo a Kevin y con la mano que sostenía el té señaló la mesa de al lado, la más cercana a la de los profesores, dónde un muchacho de pelo castaño claro y barba incipiente charlaba animadamente con un par de amigos que asentían mucho pero que hablaban igual.

-Te lo dije, Lucy. Tan fanfarrón como siempre.

-¡Qué no seas tonto! Fíjate, hermanito, fíjate más.

-De acuerdo, pero si me entran ganas de vomitar será culpa tuya, que lo sepas.

Kevin entrecerró los ojos para tratar de encontrar aquello que Lucy quería que viera. Y, sorprendentemente, lo encontró. Las manos de Geoden parecían estar muy inquietas, y en su mirada había un nerviosismo fulgurante que era desconocido en él. Y algo que sorprendió todavía más a Kevin: estaba fingiendo. Sí, de alguna forma ambos hermanos supieron que Geoden estaba fingiendo, que su estado de ánimo no era más que una trola pura y dura.

En resumen, que aquel año se avecinaba una buena.

-Vaya…no me digas entonces que ya sabe de nuestro plan.

-Pues sí, ya se ha enterado de que hay dos más que buscan el tesoro-Lucy sonrió misteriosa, con su típica dulzura de siempre.-Aún no sabe si serán buenos o no, pero debe de tener un presentimiento acerca de aquello, porque ya ves como está... nerviosísimo.

-¿Pero sabe él que somos nosotros los que…?

Lucy negó categóricamente con la cabeza.

-Pues no, no tiene ni idea de semejante suerte, ¡y suerte para nosotros que no la tiene! Ya verás cuando se entere.

Mientras los dos hermanos hablaban no se habían dado cuenta de que seguían mirando a Geoden, quién se dio cuenta de que lo estaban mirando, y los miró a su vez. Con su mirada más dura y una expresión en la mirada que daba bastante miedo, que claramente quería decir “¿Qué estáis mirando?” o mejor todavía, “¿Qué miráis mortales?” o más peligroso, y por eso más probable sería esto “Cómo no apartéis la mirada en 0,00000 s voy a ir a por vosotros y os voy a convertir en puré de patatas”

-Mensaje captado…-susurró Kevin, y él y su hermana pequeña apartaron la mirada.

-Debemos de tener mucho cuidado, ¿Sabes? Esto va a ser muy difícil.

-¿No te lo dejé ya todo claro esta tarde? Tenemos todas las de ganar, en nuestras manos está la llave, y la seguridad de que lo haremos bien, claro que debemos de prepararnos muy bien. He concertado una cita con ese hombre mañana.

-Ese hombre me pone un poco nerviosa…-Lucy se puso a picotear de las patatas fritas de su hermano.

-No te preocupes, me tienes a mí para protegerte si pasa algo malo.

-¡Querrás decir para que no pase!-ahora se puso a picotear de sus bombones de fresa.

-¡Tú ya me entiendes! Por cierto, Lucy…¿estás segura de que no has cenado?

-¡Algo!

-¿Cuánto?

-¿Pero cuánto es ese algo?

-Una……dos platos de queso y un plato de estofado.

-Dios, Lucy, te vas a quedar en los huesos, qué poco me comes.

-¿Ah, qué te coma? Trae, trae.

Juguetonamente le cogió la mano a su hermano y fingió que le daba un mordisco. Él se echó a reír.

-¡Ay, dios!

Los dos estuvieron de esa guisa durante toda la cena.



Y en la mesa de los pequeños…

Bellatrix había sido rodeada por una pequeña congregación, quienes trataban de acompañarla de un modo perfecto, y seguirla. Más bien la seguían, porque las únicas que cantaban y bailaban eran las seis chicas de su corrillo y la propia Bellatrix. Con el paso de los minutos la congregación creció, hasta que fue seguida por gran parte de los cursos que había en todo el internado, exceptuando a los dos últimos cursos y los profesores, aunque Salomón los vigilaba de vez en cuando. Sobre todo porque su hija debía de estar metida en aquella masa.

-Padre, Emméline quiere que después de la cena vayas al despacho, hay una cosa muy urgente de la que quiere hablarte.-la voz de su hijo mayor sobresaltó a Salomón. Se giró y por un instante se sorprendió de lo mucho que había crecido. Se parecía muchísimo a él, era alto, de piel morena, y con unos rasgos muy parecidos al suyo, aunque más afinados. Aunque se afeitaba mucho la barba, tenía en el pelo unas mechas rojas sobre el negro que le recordaban a su difunta esposa, que era pelirroja.

-Dile que iré sin falta. Por cierto,Marcus, ¿no te ha dicho nada de Nereida?

-Bueno, no ha tenido problemas para empezar el año, parece muy tranquila, como siempre.

-Esa es mi chica…-Salomón suspiró-Espero que salga como Emméline.

-¡En fin, padre!

-¡Por cierto! ¿Está ahora metida en ésa muchedumbre?-Salomón la señaló con el dedo, olvidándose de que era de mala educación señalar.

-Sí, pero sólo la está mirando. Busca, busca, y la encontrarás… bueno, me voy, tengo que hablar de un asunto con Geoden.

Antes de que Marcus pudiese marcharse, fue agarrado de las solapas por su padre, quién lo acercó a sí para decirle.

-¡Ten mucho cuidado con ese tipo! No quiero que te lleve otra vez hasta Tanya. ¡Ya sabes lo que pasó la última vez!-dicho esto lo soltó.

-Que sí, padre, que eso lo tengo perfectamente controlado…-Marcus se dio varias sacudidas en la chaqueta mientras se marchaba. No le gustaba nada de nada hablar del tema de Tanya. Era muy pero que muy incómodo para él, y algo en lo que desde luego prefería no pensar.

Y por supuesto ese tenía no lo tenía controlado. ¡Aquel año no llegaría a estarlo!



¡Espera, espera, espera!

¡Ven a por nosotros!

¡Y sabrás lo que te espera!

Porque esto es una fiesta,

Ya sabrás lo que te espera,

Jugarás con lo que es bueno,

Katherine se sintió irremediablemente atraída por aquella masa, aquel corrillo, y arrastrando a Hilary de la mano, las siguió, sumándose a la muchedumbre que bailaba. Hilary no tardó en sumarse a ellos, igual de entusiasmada, aunque estaba más que acostumbrada a verla.



El motor del High Swarthath,

Una vez más arrasará,

Todos los lograremos…

Cada vez se sentía más atrapada por aquella canción, más hechizada. Se moría de ganas de…

Por hacer girar,

Por conocerlo mejor,

Por saber lo que nos depara,

Llamando a nuestro consejero,

En mi caso o no,

Para que nos revele toda la verdad,

Un sinsentido del que una

U otra persona saldrá,

Haciendo girar la joya,

A más velocidad…

Nadie se detuvo, a pesar de la tremenda sorpresa que produjo en todos la intervención de Katherine, quién no lo había soportado más y había decidido internevir. Todos se sintieron extrañados, extrañadísimos al oír la voz de Katherine. Más que nada porque les gustó su voz.

E incluso Bellatrix pensaba igual. ¡Hasta llegó a responderle!

…A más y más velocidad,

Amiga mía,

A un tiempo imparable…

Katherine siguió con esto:

De lo que podríamos estar hablando,

Yo no conozco este colegio,

Tú sí,

Tú sabes lo que se oculta

Y lo que se esconde en él,



Bellatrix respondió ésta vez más rápidamente, como si se conociese aquella canción de memoria, aún cuando era claramente improvisada.

Yo conozco muchas cosas,

Muchas más de las que crees,

Y de las que probablemente no conocerás,

Hubo algo en ese tono que no le gustó nada a Katherine:

Secretos ocultos,

Que tú me aguardas,

O me escondes,

Secretos que están esperando ahí,

Esperando a saltar

Sobre mí,

¿No sabrás por casualidad…

Cómo encontrar la llave…

A la resolución de su problema?

Bellatrix vio como la niña se adelantaba para mirarla a los ojos, y como danzaba. Bailaba distinto, aunque aquella naturalidad, aquel venir con ella, era exactamente la misma.

La estaba resultando tremendamente divertido jugar de esa forma, cómo se había presentado la nueva. Era una cosa tan curiosa que sintió el impulso de preguntarle cuál demonios era su secreto, si es que lo había. La propia Bellatrix no lo tenía, desde luego, es como si hubiese nacido con esa habilidad.

Por su parte Katherine estaba pensando lo mismo. Se preguntaba cuál sería el secreto de aquella fascinación, de aquel juego.

Un problema,

Del cual se esconde,

La solución.

Un oscuro secreto,

Una mañana sin acabar…

Entonces Bellatrix supo qué responder,

No sé qué es lo que me

Estás diciendo,

Lo que me quieres decir,

O lo que pretendes encontrar,

No quiero que lo sepas,

Porque no sé si sabré,

Si yo lo sé,

“Supera eso” se dijo Bellatrix a sí misma.

Claro que no lo sabes.

¿Quién lo va a saber?

Ni tú ni yo tendremos idea,

Ni la encontraremos,

Cuando ni sabes lo que te

Quiero decir,

Sin embargo no te

Puedo culpar,

Porque sí que sabes más que yo,

Sin embargo,

Nada te asegura,

Que no lograré

Alcanzar el nivel

Que has alcanzado tú,

Porque nada es seguro,

Ni satisfactorio,

Encantadoramente prematuro,

Demasiado infantil,

No tienes ni idea,

De lo que puedo hacer…

De lo que puedo llegar a saber…

Otras cosas que

¡Tú tampoco sabes!

Cuando Katherine cantó aquello, de alguna forma se despistó, se desorientó, porque aquellas frases le habían recordado aquella oscuridad que había en su memoria, y aquella oscuridad la hizo sentirse muy mal, muy pero que muy mal, tanto que tropezó y se cayó al suelo.

Hubo un coro de débiles risas que se desvaneció enseguida cuando la pequeña se levantó. Y esta vez actuó con más intensidad todavía, porque no quería recordar aquella oscuridad, y haría todo lo posible por olvidarla.

¿Pero qué más da?

Aquí estoy para aprender,

Para aprender lo que pueda hacer,

Y sé que será mucho,

Que alcanzaré las estrellas…

Katherine dio varias vueltas alrededor de Bellatrix, y cantó otras letras que se inventó, sintiéndose extrañamente rodeada por un aura de alegría desconocida hasta entonces, se sintió feliz, como si aquello fuese justamente lo que de debía hacer, lo que se le daba bien, lo necesario…le entraron ganas de reír y todo…

Bellatrix dio varias vueltas alrededor de sí misma, con una misteriosa sonrisa en su carita de ángel, y luego soltó unas palabras que sonaron como una lejana letanía del viento y que sonaba sí:

No sueñes con las estrellas,

La realidad se esconde, esa

Dama caprichosa se oculta,

Hemos de jugar con ellas, o

Saber lo que nos espera, no

Podrás hacerlo jamás si no

Sabes cómo se juega, podrás

Encontrarte con una sorpresa

Bastante desagradable si no

Haces las cosas bien, o si esa

Dama caprichosa decide que

Tu destino está en otra parte,

No sabemos dónde…pero……

Según nuestros mayores………

Es el final…………………………



A todos los que estaban escuchando a Bellatrix les entró una extraña punzada que no les gustó pero que desapareció rápidamente. Aquellas últimas palabras habían sido bastante inquietantes, aunque ninguno sabía por qué, ni siquiera Katherine, quién no las olvidaría jamás. Todos las recordaron cinco años más tarde…

A Katherine aquello la despistó aún más, sobre todo porque el mareo de antes no se le había pasado, así que volvió a tropezar. Por suerte lo hizo de un modo más elegante y cayó sentada, así que hasta quedó bien y todo, por lo que la canción finalizó con aquella caída.

Todos prorrumpieron en aplausos enseguida, rodeando a Bellatrix y arrastrando a Katherine hacia el corrillo.

Hilary las siguió con entusiasmo.

Salomón lo estaba mirando de lejos, cada vez más atentamente, y cuando la actuación finalizó suspiró de puro alivio.

-¿Le pasa algo, señor director? Le veo preocupado-dijo la señora Tehou, que comía muy cerca de él.

-No, no, es que no me gustan estas cosas…cuando se ponen así.

La señora Tehou miró hacia dónde Salomón señalaba, y soltó una risita.

-¡Son cosas de la edad! ¡Ya se les pasará! Sólo son canciones, cuando sean mayores se volverán como las demás…-señaló a las mayores, que parecían tan ejemplares, tan responsables…

-¿Estás segura? Hay algunas que acaban de otra forma, pero no me refiero sólo a las chicas, por supuesto. ¡Más a los chicos, incluso!-cuando dijo esto miró fijamente a Geoden, y aunque éste se dio cuenta (tenía una vista de águila) hizo como si no pasara nada. ¡A Kevin y a Lucy les respondía, pero al director no se le vacilaba, por supuesto!

Porque aunque Geoden tenía su carácter, el del director era mucho más fuerte todavía.

-Humm…-la señora Tehou también se dio cuenta-Pues yo veo muy bien a los chicos.

-Pero tengo un mal presentimiento en cuanto a ellos. Se está tramando algo muy raro en el último curso, y pienso vigilarlos muy bien a todos…-el director cogió su taza humeante y se la llevó a los labios, con la mirada fija en todo el comedor y con varios planes formándose ya en su cabeza…



-¡Dios santo, ha estado genial, sí señor!-exclamó Bellatrix. Parecía estar cansada, al igual que Katherine, que se levantó llevándose una mano a la cabeza y tratando de disimular su mareo.-Magnífico, uno de los mejores sin duda, chicos-Se acercó a Katherine y le dijo-Ha sido sublime, ¿estuviste interna antes?

-No-aunque lo hubiese estado en aquel momento estaba segurísima de que en ningún internado pasaría una cosa como la que acababa de pasar allí. Sino, Bonnie se lo habría dicho.

-Entonces dime, ¿a qué escuela fuiste antes?

-A ninguna. Me educaron en casa-dijo la niña, tratando de recordar todo lo que su tío le había dicho que tenía que decir cuando alguien le preguntaba por su pasado.

-Y otra cosa más…¿en qué habitación estás?

domingo, 28 de noviembre de 2010

Cap 3: Un asunto no resuelto

3. Un asunto no resuelto.


-No puede ser, ¡te digo que no puede ser!-El señor Kirrin se paseaba de un lado para otro, con los brazos tras la espalda y una desacostumbrada expresión de mal humor en el rostro. Su esposa lo miraba con las manos alzabas, y las subía y bajaba suavemente mientras trataba de calmarlo.

-Pero… ¿no lo has vuelto a llamar?

-¡Carajo, sí! Le he llamado otras miles de veces…-se balanceó un poco sobre los pies, echando chispas por los ojos y clamando maldiciones mentales. -¡Pero ese hombre no escucha nunca! ¡Te juro que es el hombre más testarudo con el que me he topado en toda mi vida!

-Pero alguna forma habrá de convencerle. Todos nosotros tenemos un botoncito en nuestro interior que nos hace ceder…si sabemos pulsarlo.-un pequeño alarde de filosofía de los muchos años estudiados de la señora Kirrin en un estupendo internado para chicas. Estupendo pero inútil, como casi todos los internados de aquella época.

-No, ya no la hay, ese hombre nació con el botoncito… ¡lo he intentado todo, pero de nada ha servido! No he podido con Salomón.

-¿Y entonces qué harás ahora?-su esposa le examinó con algo de preocupación, aquellos estados de ánimo no solían sentarle bien a su marido, sobre todo porque no era propio de él enfadarse así. Sólo cuando hablaba con Salomón.

El hombre se encogió de hombros, derrotado.

-¿Qué es lo que quieres que haga? Pues tendré que mandarla allí hasta que consiga encontrarle una solución a todo esto, con los nuevos papeles, el pasaporte, el carnet de identidad… a ver si con todo eso consigo cambiar la situación. Pero repito, tendremos que mandarla por este trimestre allí, y esperar de todo corazón que no se sienta demasiado afectada por su aura corruptora.

-Bueno, ¿y entonces se lo decimos ya?-dijo su esposa lacónicamente.

-Sí, vamos.

Y fueron a llamar a la pequeña, que estaba en el salón hablando con sus primos y su hermana, hablando…sí, hablando del colegio al que irían…

-¿Y qué más hacéis allí?-les preguntó la niña pasando la mirada de uno a otro sucesivamente.

-Pues jugamos al lacrosse, al tenis, nadamos... y hacemos muchas más cosas, cómo salir a la ciudad, pasear…

-Hablando de pasear, voy a salir un momento a recoger a Tobby, vuelvo en un rato.

-¡De acuerdo, aquí te esperamos!-le dijo Peter, repantigándose un poco más en su asiento. Richard le pegó un buen codazo.

-¡Ey, no te duermas! Llevas toda la mañana igual, ¿qué demonios te pasa hoy?

Peter se encogió de hombros.

-No tengo la menor idea, será de que lo de ayer me dejó muy cansado…

-O de que te quedaste leyendo hasta tarde…”otra vez” No me dejaste dormir al menos hasta la medianoche con la dichosa lucecita.

-¿Qué querías que hiciera, si el libro estaba tan interesante? Tú mismo tendrías que leer un poco más…

Katherine los observaba hablar mientras Bianca se levantaba a buscar algo a su habitación, algo divertida y un poco fascinada. No sabía por qué pero le gustaba ver discutir a las personas. Pelearse no, pero “discutir” sí. Le parecía algo casi exquisito ver como ciertos temas se debatían, se despedazaban hasta llegar a una conclusión soberbia, unas cuantas palabras que solucionasen un conflicto.

Y mientras estaba en ello oyó un ruido de alguien que bajaba las escaleras. Su tío se acercó a ellos con su tía detrás parapetada.

-Katherine, tenemos que anunciarte algo.

-¿Qué es lo que pasa?-preguntó la niña mientras su prima Bianca regresaba con un pequeño peluche en las manos y Peter miraba a su padre con una expresión de máxima curiosidad, aún cuando la expresión de la cara de su padre le había dicho que algo iba muy, pero que muy mal.

-Respecto a lo del internado…me temo que no vas a poder ir al Gaylands. Al menos no durante mucho tiempo…más o menos durante medio año.

La pequeña torció la boca al oír eso, algo disgustada, aunque no demasiado. En el fondo no le importaba demasiado el internado al que fuera, ni las diversiones que se perdiera. Era pequeña, joven y muy curiosa, pero lo lamentaba por no poder estar con su hermana y con su prima. Aunque al principio también se disgustó al saber que de todos modos no vería ni a Peter ni a Richard durante el curso escolar. Sobre todo a Peter, que era al que más quería. A él y a su hermana Bonnie. Ladeó la cabeza mirando fijamente a su tío.

-¿Por qué?

-Por problemas administrativos. Lo entenderás cuando seas mayor-dijo simplemente su tío. Aquello disgustó sobremanera a la pequeña, que odiaba con toda su alma que le dijeran eso. De alguna forma aquello era algo que lograba sacarla de sus casillas. ¿Cuándo fuese mayor? ¿Cuánto tendría que esperar para eso?

Una eternidad, sin duda.

-¡Oh, es toda una lástima! –Exclamó Peter. Y la verdad, sí que parecía bastante disgustado. -¿A dónde pensáis mandarla entonces?

-Esto…al High Swarthart-respondió el hombre. Parecía un poco incómodo al pensar en esa escuela. Como si estuviese tratando de controlar una emoción bastante…fuerte.

Katherine supo de inmediato lo que estaba controlando: la furia. Pensar en aquel colegio le daba una extraña rabia. Aunque tuvo que controlar una risita porque le daba la sensación de que aquello le parecería un poco…divertido.

-Bueno….-intervino la niña, pestañeando al mirar a su tío, con una curiosidad la mar de inocente. ¿Y cómo es ese colegio?

-Esto…-el hombre se quedó callado durante unos instantes, pensativo, pero luego meneó la cabeza de golpe, como tratando de quitarse una idea de la cabeza. -¿Para qué te voy a mentir, pequeña Katherine? He de contártelo tal como es…pero la verdad, es que no te lo creerías…-el hombre se echó a reír para sus adentros. Eso, ¿para qué? Ninguna criatura osaría creer en cuentos de hadas estando en aquel colegio… y mucho menos en aquellos edulcorados cuentos que te cuentan cuando eres pequeño, incluidas todas aquellas mentiras que rodeaban a la infancia.

No es que fuese un mal colegio, que Dios (o mejor dicho Alá) nos libre… El verdadero problema es que esa institución era demasiado…extravagante.

Extravagante, porque tenía una extraña receta. Una combinación la mar de extraña e imposible, que se entremezclaba en una extraña vorágine que lo convertía en un plato extraño y de difícil sabor…delicioso para algunos, amargo para otros. Amargo para él…

Porque vamos a ver… ¿cómo demonios concibes tú que un colegio pueda ser así de liberal y así de ultra conservador al mismo tiempo? ¡Eso no puede ser! Son dos razas distintas, inexplicables. Es como si intentases aparear un gato con una rana y esperases que saliera algo de ahí. Un juego de la ingenuidad, un sueño imposible y demasiado estrafalario. Demasiado para la cordura. O al menos eso es lo que opinaba el señor Kirrin, y él se basaba en la experiencia previa…aunque eso jamás se lo diría a nadie.

El director, el famosísimo Salomón, era un hombre implacable,, y cuando tomaba una decisión no se le podía hacer que diese su brazo a torcer, aquello era algo que no se podía dar jamás, ese hombre era testarudo como una condenada mula. O mejor dicho, como un toro, al menos en su caso.

Parte de ese conservadurismo consistía precisamente en no dejar escapar ninguna alma, salvar del Infierno la mayor cantidad posible de almas.

Salomón se erigía en fiador de aquellas almas jóvenes y supuestamente puras, sobre todo de las niñas. Y cuando algo ya estaba planeado o registrado de antemano hacía cualquier cosa con tal de que la gente no se echase atrás.

Porque algo registrado de antemano se tenía que cumplir ¡sí o sí!

O si no lo pagabas muy caro.

En el caso de Katherine, por algún misterioso motivo estaba allí registraba. Eso era lo que el señor Kirrin había encontrado entre todo el papeleo que tenía alguna referencia a ella, que era poco de por sí…solamente el que aquel señor les había proporcionado. Aún así había aún tantas cosas ocultas, que se habían dejado sin resolver y tantas cosas que habían desaparecido…era algo un poco deprimente….pero cierto.

Por lo que ya no quedaba más tiempo…no tenía más remedio que mandar allí a la niña.

Y confiar en su buena estrella, deseando con todas sus fuerzas que durante aquel breve lapso de tiempo la niña no se volviese loca.

Por suerte, la niña poseía esa buena estrella… él y sólo él lo sabía, gracias a Dios y a la Divina Providencia.

Aquello hizo que se sintiera un poco mejor. Un atisbo de esperanza inundó su corazón como una lucecita en un túnel, y un poquito de tranquilidad asomó por su cabeza. Sólo un poquito.

-Por suerte sólo serán unos meses…luego podrás marcharte con tu prima y con tu hermana.

-Bueno…pero tío, ¿quieres decirme de una vez cómo es ese colegio? Quiero saberlo.

El hombre lanzó una sonora carcajada.

-¡Si te lo contara no te lo creerías, mi pequeña Katherine! Lo sabrás cuando lo veas, es lo mejor, créeme.

Nada podría salvarla de la sorpresa, ni siquiera para un corazón como el suyo, tan inocente y tan puro. No a aquellas aturas.

Entonces se marchó antes de que a la niña le diese tiempo a decir nada más, ni a Peter tampoco, quién también se moría de curiosidad. Katherine frunció el ceño, algo exasperada ... otra vez estaba su tío ocultándole cosas. Pero luego se resignó. ¡En fin, que se le iba a hacer! Sólo tenía que esperar.

Peter se giró hacia la niña en cuanto su padre desapareció, y su rostro parecía algo triste.

Es una pena, la verdad.

-Bueno, sólo serán un par de meses…-Katherine se bajó del sillón y dio un par de piruetas, arrastrando a su primo de la manga. Y a lo mejor…no es tan malo.

-¡No te entusiasmes, que no vas a estar mucho tiempo!

Entonces de repente se escuchó:

-¡GUAU, GUAU!

Ambos se sobresaltaron ante el ladrido. Katherine miró a Peter, preguntándole con la mirada de dónde procedía ese ladrido. El chico miró hacia la puerta y sonrió radiante.

-Son ellos. Lo traen al fin. ¡A Tobby!

-¡Vamos a verlo, Peter, vamos a verlo! ¡Quiero verlo yaaa!- Peter se echó a reír, dejándose arrastras al vestíbulo.

Y allí estaban. Tobby el perro estaba allí haciendo cabriolas alrededor de todos, como siempre, y junto a él estaban Bobbie, su amita, Bianca y Richard. Los tres reían ante las tonterías que hacía el perro.

Katherine abrió mucho los ojos al ver al animal. Era el primer perro que había visto en su vida, pero le pareció un poquito…raro. Era un perro enorme, más grande que un pastor alemán, y su cola era más larga que la de gato, y se agitaba continuamente. Además, su pelo era color marrón tirando a paja, un color que difícilmente se veía… ni siquiera en cualquier otra cosa que no fuese el pelo de un perro. No era muy bonito que digamos. Pero al menos tenía unos ojos castaños preciosos.

Pero aún así…¿Qué más daba? Katherine se dio cuenta enseguida de que era un perro muy afectuoso, y cariñoso sobre todo con su amita, a quién parecía querer más que a nadie en el mundo. Y Bobbie…no bastaba más que echarle un vistazo para darse cuenta de que adoraba a Tobby…más que a nadie, o casi nadie. Estaba claro que quería al perro más que a la mayoría de las personas.

Entonces levantó la cabeza, al darse cuenta de que su hermana había entrado junto a Peter. Sonrió y cogió al perro por el collar, dándole una cariñosa palmadita.

-Mira Katherine, te presento a Tobby. Y Tobby, te presento a Katherine. Es mi hermana, ¿lo entiendes? ¡Hermana!

El perro sacó la lengua mientras miraba a la niña con curiosidad, entonces se acercó a ella con cuidado, como si estuviese examinándola, reconociéndola. La pequeña retrocedió un par de pasos, un poco asustada, pero Peter la tranquilizó diciéndole que no le haría nada. Al contrario.

-Serás la segunda persona a la que más quiera en este mundo.

Katherine no se detuvo a analizar el significado de aquella frase, entrecerró los ojos un poco al observar al perro. Extendió la mano para acariciarlo, un poco temerosa aún de que la mordiese. Pero el perro se dejó acariciar como si nada, agitando la cola y sacando la lengua. Entonces la olisqueó un poco, tal como había hecho antes con Bianca y con Richard…

Aquello duró un poco más de la cuenta, hubo un extraño silencio entonces, todo el mundo se quedó callado, esperando a que el perro decidiese lo que se debía de hacer…o lo que pensaba opinar acerca del asunto.

A la pequeña aquello le pareció toda una eternidad…

Pero entonces se rompió el silencio cuando el perro pegó un alegre ladrido y le lamió la mejilla a la niña, muy contento. La niña se rió. Le había caído bien al perro…normal, siendo ella la hermana de la dueña. Tal vez Tobby había reconocido el olor de Bonnie en ella…sería cosa de familia. Eran hermanas, en algo se tenían que parecer.

Entonces todos salieron a la playa a dar un paseo con el perro, a ninguno le apetecía bañarse aún.

Casi tan agradable como un baño fresquito era pasear por la playa o por el pueblo, charlando, mirando al cielo soleado, y dejándose acariciar por los rayos del sol… algo hermoso y agradable, sin duda.

Y allí charlaron sobre varias cuestiones importantes. Bonnie miró a Peter y a Katherine y sacó a coalición un tema que hacía tiempo que estaba deseando sacar:

-¿Y bien?

-¿Cómo qué y “bien”? –Peter miró a su prima con curiosidad. No iba a permitir que nadie más lo dejase con la intriga, odiaba cuando le pasaban cosas como aquella.

- Hemos visto como hablabais con el tío, antes de llegar lo vimos salir por la puerta. ¿Qué os ha dicho?

-Pues…-Katherine calló un momento, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Aquello iba a disgustar mucho a las chicas. Si ya había disgustado a Peter, que no iba a ir al mismo internado que ellas de todos modos (iba junto con Richard a uno para chicos), ¿cómo reaccionarían ellas? Pero finalmente encontró las palabras.

-No voy a ir con vosotras al Gaylands después de las vacaciones.

-¿Qué? ¿Por qué? –Tanto Bonnie como Bianca habían abierto los ojos como platos. Katherine no se equivocaba.

-Problemas administrativos, según el tío. Y también dice que serán sólo unos meses.

-¡Ojalá! No sería justo que ahora que has vuelto con nosotros nos tengan que separar durante los meses escolares.

-Vamos, Bonnie querida, ¿tan preocupada estás por tu hermanita? No conocía esa faceta tuya.-Peter la miró de un modo divertido, gastándole una broma en la que sabía perfectamente que picaría. Siempre picaba.

Y de hecho lo hizo.

-¡Te he dicho mil veces que no me llames así! –Bonnie le dio un codazo como respuesta y venganza y se alejó un poco de ellos, haciendo que Peter se echase a reír, para luego decirle a Katherine-Siempre reacciona así. Y por cierto. Por lo que más quieras, ¡no nos salgas con el mal genio de tu hermana! Tú eres la niña, la chica. Has de ser buena y dulce, como “todas” las chicas -dicho esto le lanzó a Bonnie otra miradilla de circunstancias, a lo que ésta le respondió simplemente sacándole la lengua. Nunca le respondía a nadie que la trataba como a una chica.

Katherine se echó a reír también, y a Peter le pareció de cuento aquella risa que sonaba como a campanillas de cristal doradas. Tal como era su voz.

-Oye…-Peter se sobresaltó, recién sacado de sus pensamientos por la voz de Bianca-¿Cómo quieres que te llamemos a ti? Kate… ¿o Kitty?

Katherine contuvo un estremecimiento. ¡Kitty! Acababa de descubrir que odiaba es ese nombre, al igual que el primero. Negó con la cabeza antes de responder.

-¡Katherine, por favor! No me gustan “nada” esos diminutivos. Son estúpidos.+

-De acuerdo, de acuerdo. ¡Por un momentos te hemos confundido con Bonnie palabra!-Bianca se echó a reír, contagiando con su risa a los demás, Katherine y Bonnie incluidas.-¡En algo tenías que parecerte a ella!

-Pero yo no parezco un chico, ¿a qué no?

-¿Tú, hacerte pasar por un chico? ¡Por favor! Si eres la niña más niña que he visto en toda mi vida. La hermanita de Bonnie, la que vino por sorpresa, ¡la niña! Una niña en la mansión Kirrin aparte de Bianca… ¡ya era hora!-Richard dejó de reír y alzó las manos al cielo dramáticamente, haciendo que todos se rieran aún más fuerte.

Se pasaron el resto de la mañana jugando y bañándose, hasta que fueron llamados para el almuerzo.



2 semanas después.

-¡Katherine! ¡Ha llegado una carta para ti!-La señora Kirrin entró en el salón con una carta en las manos, dónde cada uno estaba dedicado a sus propios quehaceres aquel día. Richard estaba muy ocupado leyendo un libro muy interesante en el sillón de su tío (por suerte él no estaba allí en aquel momento) Bianca estaba tratando de convencer Bonnie de las ventajas que tenía hacer algunas cosas de “chicas”, cosas que hacían que Bonnie riese o se tapase la cara entre las manos, avergonzada ante la sola mención de tales cosas.

Peter y Katherine estaban muy ocupados construyendo un barquito de madera en una botella de cristal, aunque más bien era Peter el que le estaba enseñando a la niña. Las manos de la niña eran hábiles a la hora de meter los trocitos de madera dentro de la botella, en parte porque sus dedos eran la mar de finos, aunque era inexperta, por lo que cada vez que estaba a punto de cometer una torpeza Peter le cogía de la muñeca y se lo colocaba de una forma correcta. Entre los dos escogían trozos y analizaban el modo más adecuado para colocarlo en el banco sin que se derrumbase, y estaban tan absortos en esa tarea que se sobresaltaron más que nadie cuando entró la señora Kirrin con la carta. O más bien fueron ellos los únicos que se sobresaltaron, los demás simplemente dejaron sus tareas.

En cuanto se dieron cuenta la niña se levantó y cogió la carta de las manos de su madre.

-¡Debe de ser la lista de los materiales!

Leyó la carta rápidamente, luego contuvo un gemido de irritación.

-¡Me voy a morir de calor con ese uniforme!

-¿Qué uniforme? En la lista había varios. –Por supuesto, al ser del colegio la madre ya la había leído antes, e incluso el padre lo había hecho. Pero el padre en aquel momento se encontraba trabajando en su despacho. Por lo que la señora Kirrin le arrebató la carta a su hija, releyéndola. Había varios uniformes en la lista, no sólo para las clases, sino también para los deportes y…otras cosas. -Pero Katherine, hija, ése no es el uniforme, es el abrigo para las excursiones.

-No, no, qué es el uniforme-insistió su hija. Un abrigo para las excursiones…era para ella un uniforme, ya que el resto de las niñas de su colegio tenía que llevarlo.

-Es un uniforme porque está junto a dónde pone “uniformes”, justo encima de los demás uniformes. Pero de todos modos le haré algunos arreglos, está un poco holgado para tu tamaño…

-Eso si sabemos dónde conseguir todas estas cosas-refunfuñó el padre de Katherine y de Bonnie, que se encontraba en uno de los sillones leyendo un periódico.-No se encuentran en el pueblo, eso está claro.

-Bueno, pues tendremos que ir mañana en Londres. Allí se encuentra de todo.

-¡Oh!-exclamó la pequeña, no muy contenta con la idea. No tenía demasiadas ganas de regresar a Londres, al menos no todavía. No le gustaba demasiado recordar aquel viaje.

Aún así decidió no pensar en ello. Sin decir nada salió de casa, seguida de Peter y de Bonnie, algo confundidos por su inesperada salida. Entonces se puso a cantar:

Faltan dos días, tres días,

Tres días, cuatro días,

Se acerca la hora,

En la que tendré que ir

Al colegio…

¿Por primera vez?

Jugar y jugar,

Conocer un montón de caras nuevas,

Y sola en un mundo desconocido,

Un alba desconocido,

Lleno de incertidumbre,

Un paso adelante,

Sólo un paso más…



Había comenzado a cantar alegremente, de una forma que sobresaltó a Peter y a Bonnie. Ellos ya habían visto que la niña tenía una voz bastante cristalina, pero es que cantaba de una forma…eran como campanillas de viento doradas. Increíble.

La siguieron hasta el pueblo, dejándose llevar cada vez más por su voz, y por la extraña música que parecía acompañarla…era como si el viento crease su propia música. Algo imposible pero cierto. Pasaron por los mercados, al lado de las vecinas que charlaban, entre otros niños que jugaban. Y todos giraron la cabeza al oír a la niña cantar, absolutamente maravillados.

Pasito a pasito,

Comenzaré una nueva vida,

Saludaré a los carpinteros,

Jugaré con los pájaros,

Dejando atrás el mar,

El magnífico e inmenso mar,

Para ir a mi destino,

Habré de llegar mañana,

Como una doncella adversa…



La gente comenzó a murmurar palabras de admiración a su paso, sorprendidos, pero luego…no pudieron evitarlo, se dejaron llevar por su voz y por la cancioncita y siguieron a la pequeña como si fueran ratones que siguen al flautista de Hamelín.

Una damita de diez años,

Dispuesta a enfrentarse

A su curioso destino,

Ni hermoso ni cruel,

Simplemente…nuevo.

Llegando dispuesta a capear

A la Gran Dama,

Aquella que me espera,

Que juega con su hermana,

Con su amiga,

Su alma gemela,

Una supuesta alma gemela…

El ángel de sus sueños,

Que se convertirá en una futura traidora…



Entonces la gente comenzó a reír y a cantar con ella, siguiendo el ritmo de la niña, cantando y bailando como les daba la real gana, convirtiendo aquello en una fiesta interminable. Peter y Bonnie cantaban con ellos, sin darse cuenta del tiempo mientras la pequeña Katherine cantaba tan ensimismada, caminando o correteando, mirando cosas, mirando el mundo con los ojos nuevos que aún le duraban, dando vueltas y saltando, tan contenta y feliz.

Y finalmente acabó la canción con una nota que fue en crescendo hasta detenerse de golpe. Entonces la gente se paró y comenzó a aplaudir con entusiasmo, encandilados,

Entonces la pequeña sonrió, encantada y volvió a casa junto a Peter y Bonnie entre una salva de aplausos.

Cap 2: Recuerdos

2. Recuerdos.



El sol salió temprano por la mañana, iluminando el mundo con su brisa juvenil.


El señor Kirrin fue el primero en despertarse, justo cuando el sol le dio en toda la cara. Se levantó ipso facto, a sabiendas de que tenía muchas cosas por delante aquel día.


Primero, y por encima de todo, tenía que resolver la cuestión de la niña.


Había tenido una suerte tremenda de haberla encontrado. Aunque lo que más mérito había tenido había sido lo de llevarla hasta allí. Le había costado tanto…aún lo recordaba y se estremecía de horror al hacerlo. Pero lo que más le aterraba era lo que había pasado antes…justo antes de que recibiese aquella fatídica llamada.


Pero decidió no recrearse en los recuerdos, al menos no ahora. No era el momento, ya por la noche, cuando estuviese solo tendría mucho tiempo para pensar, para alegrarse y para lamentarse.


Así que decidió ocupar su mente en lo que tenía que hacer aquella mañana…papeleo. Gimió, una de las cosas que más odiaban en el mundo eran la burocracia y el papeleo. No era lo peor, ni tampoco una buena perspectiva, pero aún así cogió fuerzas para levantarse y vestirse. Pero antes de desayunar tenía que hacer una importante llamada.


La madre de Katherine se asomó por la puerta del ático para preguntar.


-¿Cómo has dormido, Katherine?


-Muy bien, mamá-respondió la niña, que acababa de vestirse con ayuda de la cocinera con un vestido antiguo de Bobby, de los que usaba antes de decidir que quería ser un muchacho. Joanna no sabía qué hacer con el otro vestido. Estaba sucio, eso sí, pero no era lo peor. Lo peor era que estaba arrugado a más no poder, arrugadísimo, cosa de la que ni Katherine ni el hombre se habían percatado pero cuando Katherine lo vio supo que había estado así desde antes de despertarse en el tren. Al menos, cuando se despertó ya estaba así. Pensó en tirarlo, pero la verdad, daba pena… ¡era un vestido tan bonito! No precisamente caro pero hermoso, con unos deliciosos encajes y un color amarillento, un vestido perfecto para salir de merienda por el campo. Finalmente decidió guardarlo, trataría de lavarlo y hacer que quedara como nuevo, haría lo que pudiese por él.


Mientras tanto la señora Kirrin observaba a Katherine. Y en efecto, parecía que su hija había dormido bastante bien. Y por la expresión de su carita estaba más claro que el agua de que le iba a costar sobremanera convencerla de que se quedase a dormir en la habitación de su hermana mayor. El ático le había gustado sobremanera, al parecer le parecía lo más confortable de toda aquella enorme mansión. Y entonces la mujer no pudo evitar preguntarse dónde habría dormido antes. Eso casi nadie lo sabía.


Bueno, la verdad es que los cuatro adultos sabían bastante sobre lo que había pasado, pero poco sabían sobre toda la historia. El único que lo sabía era el señor Kirrin…y éste no estaba dispuesto a contárselo a nadie.


Los cuatro muchachitos ya estaban en la mesa cuando Katherine bajó en compañía de su madre. Bueno, todos no, porque Anne estaba en la cocina ayudando a preparar el desayuno a Joanna, quién había bajado otra vez del mismo modo sigiloso de ayer.


Katherine se volvió a sentar al lado de su hermana y observó a su tío, quién hablaba por teléfono con suma urgencia. Su voz parecía bastante apremiante, llena de impaciencia. La pequeña tuvo que contener una risita, ¡aquel tono era tan divertido!


- Buenos días, dormilona, ¿Te gustó la comida de ayer?-le preguntó Peter, sacándola de sus pensamientos.


- Sí, mucho. Estaba todo tan delicioso… ¡mucho mejor que en la cafetería! Y eso ya es decir-la pequeña dejó escapar la risita.






Peter miró a la niña divertido, y luego se untó un poco más de pan con mantequilla mientras decía:


-¿Más que…la de antes? Oh quizás prefieres no… -Peter no había estado muy seguro de si era adecuado preguntar algo así, pero al ver a la pequeña tan feliz pensó que podía arriesgarse.


-Eh…-aquello no se lo habían preguntado ayer, e improvisó una rápida respuesta, que por suerte convenció a Peter, diciendo que antes comía muy a la americana, pero que la comida era mucho más sosa que la de aquí.


Requería talento para alguien de su edad y con un carácter como el suyo el poder mentir de esa forma, pero de todos modos le era un poco más fácil de la cuenta ya que la comida estaba realmente deliciosa... Además, acababa de descubrir que tanto los huevos con beicon como el pescado le chiflaban. Sobre todo el pescado, que estaba más fresco.


-¡Ostras!-Bonnie se llevó una mano en la frente, recordando algo de improviso.-Katherine esto tendría que habértelo preguntado antes pero ¿sabes nadar?


-Sí, sí que sé nadar-por supuesto no recordaba si sabía pero prefirió arriesgarse. Además nadar tenía que ser como saber montar en bicicleta…tenía que ser algo instintivo…esperaba no equivocarse.


Poco después de desayunar los cinco salieron a la playa para bañarse un rato en el mar. A Katherine le tuvieron que dejar un bañador de su prima Anne que le estaba un poquitín grande pero que al menos le serviría.


Y allí lo descubrió. Su primo mayor nadaba de maravilla, era muy ágil y fuerte e incluso podía abrir los ojos bajo el agua, como un pez. Richard era casi tan bueno como él, nadaba de un modo bastante parecido pero no lograba parecerlo y Bianca…ella se esforzaba por seguir su ritmo.


Pero sin lugar a dudas su hermana mayor era la mejor. Desde una roca se tiraba al agua en un exquisito salto de sirena, y nadaba casi como una, aunque la propia Bobby no quisiese reconocerlo. Además aguantaba más que nadie bajo el agua. Parecía tan cómoda en el agua como en la tierra, y eso en parte era algo bueno. En parte se repitió la pequeña para sus adentros.


Katherine fue la última en meterse en el agua y la verdad, no le gustó. No es que odiase el agua precisamente, pero tampoco es que la entusiasmase sobremanera. Comprobó, eso sí, que sabía nadar bastante bien y que podía flotar en el agua tanto tiempo como quisiera, tal como hacía su prima Bianca.


Pero a pesar de todo…aunque le fascinaba la magnificencia del mar no llegaba a gustarle del todo. De alguna forma, el mar le traía malos presagios, ahora se daba cuenta. Ayer estaba un poco aturdida y no se daba cuenta y hoy, aunque no recordaba podía ver las cosas un poco más claras acerca de sí misma.


Y en aquel momento, mientras se metía en el agua y reía con sus primos fue cuando en una parte de su mente su imaginación infantil echó a volar. Imaginó que detrás de aquella isla que se veía desde allí había una roca enorme y gris en la que estaban sentadas tres hermosas sirenas que se peinaban sus larguísimas melenas y que se reían tontamente, cotilleando sobre los marineros. Y que más tarde saltaban al mar, perdiéndose entre sus olas.


Esto último la alegró. No le gustaban la sirena, aunque no lograba dilucidar el por qué.


Al menos se lo pasó bien, se pasaron toda la mañana chapoteando y riendo de un lado para otro, gastándose toda clase de bromas en el agua. Su primo Peter tuvo que rescatarla más de una vez de las travesuras de Bobby, quién a menudo les hacía más de una ahogadilla a Bianca y a ella, incluso a Richard. Pero a Peter casi no lo pillaba, él era el único que tenía la rapidez suficiente para adelantarla o para competir verdaderamente con ella.


-¡A ver si nos coges! –Peter se sumergió en el agua para luego emerger llevando a la pequeña a remolque, quién se reía alegremente.


Los dos nadaron lejos, huyendo de Bobby que trataba de alcanzarlos mientras Richard y Bianca se reían como locos a lo lejos, salpicándose de vez en cuando. Julian era muy rápido, pero al final, tal como era de esperar, Bobby los alcanzó y los hundió a los dos en el agua, de la que salieron riendo y persiguiendo a Bobby. Pero la muchachita era tan condenadamente rápida que ambos tuvieron que esforzarse muchísimo para alcanzarla esta vez y llegó el momento en el que Bobby tuvo que aminorar la velocidad para dejarse atrapar por alguno de los dos.


Dick y Anne nadaron hacia ellos mientras tanto, dándole un susto tremendo a Bobby, que se despistó lo suficiente para que esos dos le hiciesen una buena ahogadilla en venganza. Y luego esos dos se hundieron en el agua, para luego salir los tres riéndose como locos.


Katherine le susurró algo a Julian y él sonrió divertido al oír lo que ésta le proponía, por lo que se hundieron los dos en el agua, durante tanto tiempo que asustaron a los demás. Hasta Bobby se asustó. Pero Julian y Katherine emergieron del agua dándole un susto tremendo a los demás, por lo que los dos aprovecharon para dejarlos bien salpicados y salir corriendo hacia la orilla, dónde se pusieron a corretear persiguiéndose el uno al otro alegremente, hasta que se les unieron los demás, en un alegre juego que duró hasta la hora del almuerzo, cuando a lo lejos se oyó la débil campanita que lo anunciaba.


Y allí, mientras almorzaba, Katherine les hizo a los demás una pregunta que no se le había ocurrido ayer.


-¿A qué colegio vais?


-¿Colegio? Más bien vamos a internados, ¿es que no has oído hablar de ellos? Los chicos van a uno y nosotras a otro. Tú, por supuesto, irás al mismo internado que Anne y yo-le explicó su hermana Bobby, algo pensativa mientras comía. Tanto que Anne tuvo que pegarle un codazo para que se espabilara.


-¿Es un buen colegio?-preguntó ipso facto Katherine sin apartar la mirada de su hermana, con un codo en la mesa, esperando oír un agradable relato sobre las maravillas de su colegio.


-¡Oh, mucho!-dijo Bianca, mientras le quitaba el codo de la mesa. Es muy divertido, no sabes cuánto.


Y se puso a contarle todas las ventajas que tenía el internado, todo lo divertido que se podía hacer allí y lo mucho que se debía de estudiar, pero lo fácil que era, además de lo agradables que eran “casi” todas las profesoras. Lo último que le conto fue algo que sorprendió a la pequeña, que se podían llevar “animales” a la escuela. Sobre todo cuando le dirigió a Bonnie una mirada llena de petulancia a Bobbie, quién la miraba con la boca llena y una expresión divertida en la cara.


-Y desde luego tu hermana jamás habría accedido a venir conmigo si no fuera por eso mismo, no podría soportar separarse de su Tobby.






¿Tobby? Un nombre típico de perro. ¿Es que acaso…? Y por supuesto así era.


-El perro se ha quedado en casa de la prima Mary, para que no te moleste, ¿A ti te gustaban los perros no es así?


-Sí, me gustan.-aunque en realidad le gustaban muchísimo más los gatos. Los gatos eran elegantes, llenos de orgullo y de independencia (que no inteligencia, era un animal por dios santo) mientras que los perros no eran más que animales subyugados a un amo, al menos eso es lo que pensaba ella. Eso era lo que la mayoría de la gente consideraba lo mejor de los perros, pero en fin…tendría que esperar a ver cómo era Tobby.


Mientras pensaba en esto su hermana frunció el ceño mirando a Anne, tragando lo que tenía en la boca para decir:


-¡Pues claro! ¡Qué pregunta más tonta! ¡Sin Tobby no voy yo a ninguna parte, por descontado!


Anne se echó a reír al oírla.


-¡Pues claro que lo sé, so tonta! ¿Pero qué crees que pensará él de Katherine?


-Hummm… pues no lo sé, pero tengo el presentimiento de que le caerá muy bien. Es “mi hermana” pariente mía. Tobby es muy listo, seguro que lo sabrá nada más verla.


-Supongo que sí. Aunque espero que lo traigan hoy.


-No, lo traeremos mañana-dijo el señor Kirrin, con su habitual ceño pero con una expresión que trataba de ser agradable, con su nueva hija cerca.-Hay mucho por comprar, no quiero tener al perro cerca molestándonos, aquí de un lado para otro. Odio cuando se pone a ladrar.


-Vuestro padre tiene razón, además, hoy quiero que vengáis conmigo a comprar lo que le haga falta a la pequeña Katherine.


-¿De veras?-a la pequeña se le iluminaron los ojos. Le ilusionaba saber que iban a comprarle cosas.


-Todo ha sido demasiado…repentino, así que tenemos que comprártelo casi todo, ropa, zapatos, juguetes, libros… aunque es mejor así, será más fácil traer lo que más te guste.


-¿Y cuándo iremos?-preguntó la pequeña.


-Por la tarde.-respondió la madre, mirando pensativa a la esposa del señor Kirrin, susurrándole algo al oído.


Mientras tanto Julian le dijo a Katherine por lo bajini.


-Espero que no tengas los mismos gustos que Bobbie.


-¿Por qué no?-preguntó Katherine sorprendida, mirando fijamente a Julian con sus ojitos azules.


-Porque ya va siendo hora de que tus padres tengan una hija. Así tendrán la “parejita”. Chico y chica.-acto seguido se echó a reír, su propia broma le había hecho muchísima gracia.


Katherine se echó a reír también junto con los demás. La verdad es que la bromita le había hecho muchísima gracia… y ahora más viendo como era su “hermana”. Un poco curioso, la verdad.


Después de comer, por la tarde, hicieron la prometida excursión a la isla, llevándose las provisiones necesarias para merendar allí.


El viaje fue muy divertido pero rápido, años más tarde Katherine recordaría aquel viajecito como una mancha de colores borrosos que se entremezclaban unos con otros, tal como si fuese pinturas.


Mientras observaba como su primo Julian y su hermana manejaban el bote sintió una extraña desazón. El viaje era divertido, pero de alguna forma le devolvía a la cabeza la imagen de las tres sirenas. Y era una imagen que no le gustaba nada de nada. Genial, ahora estaba completamente segura de que odiaba a las sirenas.


Aunque lo más sorprendente fue cuando llegó a la pequeña isla, no pudo evitar pegar una pequeña exclamación de lo que veía. En cuanto Julian la aupó fuera del bote correteó de un lado para otro, mirándolo todo, queriendo grabarse cada detalle en la memoria.


Aquella isla era preciosa, sin duda uno de los paisajes más hermosos que había visto en su vida… Era tan imponente, tan llena de vegetación….que llegaba hasta un límite insospechado, Katherine pensó que era cien veces más grande que ella misma. Y eso que ella no era precisamente alta. Era bajita para su edad, e incluso casi era media cabeza más bajita que su prima Anne, lo que le permitió maravillarse aún más que ella de las maravillas de la isla, sentirse más pequeña que nunca.


Además, sólo bastaba echarle un vistazo dentro para comprobar que podías adentrarte en todo un mundo nada más entrar. Sería fácil perderse…


-¿Te gusta?-le preguntó Dick con una sonrisa al ver la expresión de la pequeña, tan distraída y maravillada observándolo todo.


La pequeña asintió, sin decir nada.


-¡Oh, vamos!-río Bonnie, dándole un palmetazo en la espalda a su hermanita.- ¡No te quedes pasmada que no tenemos todo el día!


Katherine despertó entonces y río alegremente, antes de decir.


-Es que es todo tan bonito…






-¿Verdad que sí? Y es una isla tan antigua. No es que sea sólo antigua, ¡es que es inmortal! Seguro que dentro de cincuenta años se mantiene igual, y para siempre, cuando nosotros ya no estemos.


Para siempre…esa palabra no le gustaba nada a Katherine. No sabía por qué, pero la asustaba…y mucho. Pero prefirió ignorar este hecho. Era mejor así, al menos por ahora.


Pero no pudo estar demasiado tiempo ahí parada porque su hermana la cogió de la mano y la arrastró corriendo con ella al interior de la isla, seguidas por los demás, para que viesen lo que había allí…o al lugar al que se dirigían.


A cada paso que daba Katherine no veía más que vegetación, más y más vegetación, aquello era casi como un enorme bosque multicolor lleno de madreselvas, de helechos, de flores, de ríos pequeños.


Sobre todo ríos pequeños…era increíble la cantidad de pequeños ríos y cascadas que se encontraban en aquella isla, era algo precioso pero un poco lioso, porque en cualquier momento uno podría tropezar o no mirar por dónde iba y caer al río, recibiendo un buen chapuzó, que no ahogándose porque casi ninguno era hondo de veras. Y lo mejor de todo era que los ríos eran de un agua tan clara y tan pura que parecía de un río recién salido del Edén…


Pero desgraciadamente no les dio tiempo de explorar mucho más, pararon en un claro pequeño lleno de madrigueras de conejo y de hierba verde, muy parecida a la de su casa, en la que merendaron muchos dulces…aquel era el lugar perfecto para merendar, en un lugar hermoso, bajo el sol y rodeado de amigos, en este caso de familia, que ya de por sí se les podría considerar amigos suyos.


Y entonces, mientras se llevaba a la boca un trozo de pastel de melaza, cayó en la cuenta de algo que debería de pensado antes. Algo sobresaltada, le preguntó a sus primos y a su hermana.


-¿Qué día es hoy?-la verdad es que no tenía la menor idea de en qué año estaban, ni el día, ni siquiera el mes. No tenía la menor idea de nada y eso la asustaba…y mucho. Suerte que ni sus primos ni su hermana se dieron cuenta, mientras Anne respondía.


-Pues estamos a veintiocho de junio de 1952.


Entonces corrieron a esconderse, y el claro quedó completamente desierto, tan desierto que casi dio la sensación de que algo misterioso embargaba el lugar como si… como si…


Como si algo estuviera a punto de suceder.


Pero esa sensación se desvaneció casi tan rápido como había llegado, Katherine ni siquiera llegó a darse cuenta de ello… y una parte de su subconsciente se alegró de que fuese así.


Justo la misma parte que se sobresaltó sobremanera cuando algo cayó delante de la niña.


Katherine se inclinó cuidadosamente para comprobar qué demonios sería aquello…y carajo, parecía ser… ¿una piña?


No, no era una piña, bajo sus desordenadas formas era algo así como una especie de coral formado por cortezas de árbol grises y muertas. La pequeña la cogió con cuidado, como si fuese a romper en cualquier instante. Y entonces de alguna forma la corteza se desvaneció, dejando paso a unos pétalos que se abrieron como una almeja mostrando un fruto de o más extraño, un fruto que casi parecía una flor…o una gema. Porque brillaba en un tono bastante extraño, como si fuese hielo azul moteado de verde y rojo rubí… Katherine lo movió entre sus manos maravillada, y quiso llevársela o al menos poder mostrársela a los demás…cuando desgraciadamente aquel hermoso “coral” se desvaneció entre sus manos convirtiéndose en polvo, cayendo al suelo en un rastro de colores brillantes y de algo extraño que no supo identificar…


La pequeña gimió, pero entonces recordó que tenía algo que hacer y corrió a esconderse de nuevo tras los árboles. Se subió un par de metros a él, descubriendo gracias a Dios que era una buena trepadora y entonces cogió un par de frutos, una manzana y una naranja, envolviéndolos rápidamente en hojas. Miró de un lado a otro, pero no logró ver a ninguno de sus compañeros. Respiró hondo y, conteniendo una risita, se apalancó un poco más en dirección al claro y, cogiendo los dos frutos, los alzó dejando las manos paradas en el aire, esperando la señal.


Richard se había escondido tras la roca y afanosamente buscaba algo que se escondía en el charquito que se situaba justo debajo. Había que buscar mucho para verlo, o simplemente tener una excelente vista…o conocerlo todo casi a la perfección. Richard había estado tantas veces allí junto a su prima y a sus hermanos que podía alardear de conocer buena parte de los recovecos de la islita.


Y entonces encontró lo que buscaba. Cogió una pequeña bolsita de caramelos vacía que jamás habría esperado tener que usar para esta ocasión y en ella guardó un poco de una sustancia que era como azúcar blando, sólo que era de un amarillo tirando a dorado, casi como oro. Y tenía un tacto duro si lo tocabas con un poquito de cuidado, a pesar de que era muy fácil de romper… así que Richard tuvo que hacer uso de toda su capacidad de concentración para guardarlo sin problemas y envolverlo bien, para luego asomarse un poquito tras la roca con una sonrisa traviesa en los labios y aquella cosa en alto, preparado.


Mientras tanto Bonnie tatareaba una vieja canción galesa mientras cogía su bolsita de seda y cogía varias perlas que se encontraban en el riachuelo, unas brillado, otras derritiéndose. Algunas parecían caramelos, otras perlas, pero todas eran transparentes como canicas y cuando la tocabas tenían un tacto espumoso, señal de que había algo gaseoso ahí dentro, como aire o vapor de agua. Las cogió con cuidado y las metió en la bolsita, cerrándola con cuidado y sonriendo, emocionada.


Tenía muy claro lo que iba a hacer, aunque no estaba demasiado segura de cuanto jaleo causaría. Bonnie tenía una capacidad innata para hacer planes, algo extraño en una personita para ella ya que era muy dulce y tímida, pero sobre todo dócil… Por suerte había aprendido varias lecciones de su prima.


Pensaba en aquello mientras se escondía tras un arbusto y levantaba la bolsa como si sostuviese una bolsita de té, preparada, pero sobre todo emocionada.


Peter y Bonnie no se habían dado cuenta de nada, sabían perfectamente que los tres se habían ido un momento…pero no habían vuelto y eso les preocupaba.


-¿Dónde crees que estarán?


-No tengo ni la menor idea-respondió Peter frunciendo un poco el ceño.-Será mejor que salgamos a buscarlos, a lo mejor se han perdido… o pretenden encontrar algo. Pero no les dejaré solos.


-De acuerdo-Bonnie siguió a Peter al interior del bosque…


Pero al poco rato no tuvieron más remedio que regresar al claro…mientras avanzaban hacia la zona de merienda iban diciendo.


-¿Qué demonios habrá pasado?


-¡No lo sé, estoy muy preocupada por ellos, Peter! ¿Y si se han perdido? Esta isla es pequeña pero sabes perfectamente que tiene muchos recovecos en los que cualquiera se podría perder. Recuerdo que cuando yo era pequeña me perdí una vez, allá cuando tenía la edad que tiene Katherine ahora. Esto… diez años, ¿no es…?


Bonnie se cayó de repente, avergonzada por lo que acababa de decir. Odiaba confesar que tenía debilidades femeninas, o que había flaqueado en algo. Y aquello era algo que Ni Peter ni nadie sabían. Pero por suerte Peter, aunque la escuchaba, tenía la cabeza en otra parte, al menos por el momento.


-Tienes razón, creo que se han perdido. Si no los encontramos antes del anochecer entonces tendremos que


-¡AHORA!


Tanto Peter como Bonnie se sobresaltaron, e incluso llegaron a pegar un pequeño salto al oír el grito, sobre todo porque inmediatamente después tres cosas extrañas cayeron al centro del claro, justo dónde ellos estaban, como si fuesen granadas o bombas.


Mejor dicho como bombas…porque inmediatamente, tras haber golpeado varias veces a los dos sorprendidos muchachos explotaron en un sonido burbujeante, dejando a su paso una auténtica nube de polvo y humo de extraños colores que no dejaban de mezclarse y de formar extrañas figuras para luego terminar de mezclarse durante un buen rato. Y en el aire flotaba un extraño aroma tropical, entre manzana y naranja, que daba…sí, frescor.


Bonnie y Peter no podían ver nada, pero tampoco tosían porque aquel humo no tenía nada que ver con el fuego, por suerte. Justo después, aún cuando el humo no se había desvanecido oyeron unos pequeños gritos y de lugares extraños salieron los tres niños pegando chillidos y abalanzándose sobre los otros dos riéndose y haciéndoles cosquillas o tirándoles del pelo en broma, o incluso gastándoles alguna broma, la primera tontería que se les ocurría.


Las dos “víctimas” estuvieron a punto de responder con algo airado pero luego no pudieron evitar echarse a reír y seguirles el juego a los demás, devolviéndoles las cosquillas y comenzando a perseguirlos, sin importar lo más mínimo que el humo les impidiese ver nada, sin importar tampoco el extraño aroma a fruta que había en el ambiente, ni el efecto que se obtuvo cuando al cabo de un rato el humo y el polvo acabaron por desvanecerse.


Y cuando ambas cosas se desvanecieron todos tardaron un rato en ver que había dejado paso a una extraña polvareda de cristal…que era como el polvo que se había dejado escapar tras aquel coral…


Más tarde Katherine tropezó con esa “polvareda” cayendo al suelo tal como si patinase. Se levantó algo extrañada, y algo enfadada se dedicó a apartar la polvareda de en medio, dejando paso a…sí, a un grupo de corales juntos, que era tal como al que había visto anteriormente, sólo que cada uno eran de n color distinto, y si cogías uno y lo agitabas dejaban caer toda clase de cosas, como pequeñas piedras del tamaño de canicas que tenían la misma belleza que las piedras preciosas y el mismo olor que las frutas tropicales. La pequeña sintió unos deseos irrefrenables de echarse a reír, al igual que los demás al ver a la niña así…


Y entonces todos rompieron a reír. Y miraron hacia el cielo…


Dándose cuenta de que ya había comenzado el crepúsculo. Entonces se marcharon a casa a toda prisa.







1. De vuelta a casa.



La pequeña se alegró de ver cómo las sombras iban desapareciendo poco a poco, hasta hacerse perfectamente visibles.


Era un día completamente soleado, sin una sola nube en el cielo y con el aroma del rocío de la mañana por todas partes. Aquel fresco terminó por despertar al señor Kirrin despabilándolo enseguida. Lo primero que hizo fue mirar la hora.


-Qué temprano.


La niña suspiró de alivio. ¡Ya era hora! Por poco no lo aporrea de nuevo.


-¿Falta mucho?-preguntó de nuevo, entrecerrando sus ojos como los de un gatito.


El señor Kirrin miró por la ventana, para comprobar por dónde estaban pasando en aquel instante. En un rincón de su mente suspiraba de alivio porque la pequeña no había dado demasiada guerra. Y en otra sintió ganas de cantar, ya que la mañana era soleada…era un día perfecto. Así que dijo sonriente:


-Pues no. Parece que no falta mucho.


-¿Puedo hacerle otra pregunta?-respondió Katherine ipso facto.


-Dispara.


-¿Adónde vamos?-la niña estaba un poco impaciente, llevaba prácticamente toda la noche preguntándoselo, y pensaba que ya era hora de saberlo.


El hombre suspiró, tal como si se hubiese estado temiendo la pregunta. Y dijo simplemente.


-A cada, Katherine. Nos vamos a casa.


¿De veras se iban a casa? Eso esperaba la pequeña, porque la verdad es que no sabía dónde estaba.


-No te preocupes que ya llegamos-siguió el hombre, respondiendo a una pregunta no formulada.


Y pasaron un buen rato en silencio. No era un silencio muy incómodo, porque durante ese breve rato cada uno estuvo ocupado con lo suyo…el hombre con algunos papeles que guardaba en su bolsa, y la pequeña contemplando la ventana, tratando de reconocer algunos de aquellos paisajes. Pero ninguno le sonaba. No era nada que hubiese visto antes.


Con el paso del tiempo las figuras soleadas, los paisajes naturales que a la luz diurna se veían demasiado verdes y resplandecientes fueron desapareciendo hasta convertirse en edificios. Techos altos, techos bajos…nada que ver con el paisaje anterior. Y junto a los edificios se veía a la gente pasar.


Fueron pasando de pueblo en pueblo rápidamente. Katherine se pasó casi el resto del viaje embelesada con el paisaje, de tal forma que no vio todo lo que pasaba en el tren, ni la gente que entraba ni salía, ni siquiera el jaleo de su tío con los papeles ni con el desayuno, que el hombre acabó desechando también. No se habría dado cuenta de nada aunque la hubiesen llamado a gritos.


Pero entonces la pequeña vio un enorme reloj que se alzaba en lo alto, y cayó en la cuenta de algo que la extrañó sobremanera. No lo supo por la mente, sino por el instinto. Era algo que cualquiera sabría. Y miró extrañada al hombre


-¿Londres?


-Chica lista-el hombre rubio ladeó el cabeza, al parecer sorprendido de que acertara tan rápido.


Antes de que el amanecer se convirtiera en media mañana llegaron a Londres.


Entonces el hombre y la niña se bajaron del tren.


La estación de Londres rezumaba vida aquella mañana, había muchísima gente que iba de un lado para otro, ocupada y sumida en sus propios pensamientos, o en otros casos charlando con otras personas. Bajando y subiendo, bajando y subiendo maletas, llamando a los mozos…


A Katherine le gustó mucho aquel ambiente, no pudo evitar preguntarse qué es lo que habría tras cada una de esas personas, cuál serían sus historias, sus secretos, sus alegrías, sus tristezas… y se animó más cuando el hombre le anunció que iban a ir a desayunar.


Desayunaron en la primera cafetería de la estación. Tras zamparse un vaso de zumo de naranja y unos buenos huevos fritos con beicon se sintió mucho, mucho mejor.


El hombre se quedó mirándola con preocupación mientras desayunaba, pero por suerte Katherine no se dio cuenta. Estaba demasiado ocupada satisfaciendo un apetito que no había satisfecho en mucho tiempo…o más bien se sentía como si fuera la primera vez que tuviera hambre.


En cuanto terminó fue ella la que se lo quedó mirando, con una sonrisa encantadora y un brillo tintineante en su rostro infantil. Preguntó:


-¿Voy a vivir aquí en Londres?


El hombre negó con la cabeza.


-No, en un pueblo cercano.


-¿Usted vivirá conmigo?- Katherine suponía que sí, porque vamos a ver…era él que la había llevado hasta allí… a la fuerza tenía que ser un pariente suyo.


-No, yo vivo por la zona del norte, con tu tía y tus primos.


-¿Primos? ¿Tía? Entonces usted es mi tío.-jamás habría pensado que aquel hombre fuera a ser su tío, pensó que sería un pariente suyo…pero no su tío. Su padre no, estaba más claro que el agua, porque no se parecían en nada. El hombre tenía un pelo rubio común tirando a claro, los ojos dorados como el oro y la piel era bastante pálida, pero era un pálido natural, así que sería algo así por alguna preocupación. En cambio la niña tenía la piel hermosamente bronceada como la de los habitantes del Caribe, un pelo más negro que la noche más oscura que le caía hasta la cintura, unos rasgos que estaba claro que serían suaves, una nariz chata, unos ojos azules como los del cielo, pero en una tonalidad un poco extraña y una voz cristalina. Como la de una pequeña sirena.


-¿No te he hablado de ellos?-como si fuera algo obvio-Vamos a casa de tus padres. Conocerás a tus primos. Y a tu hermana.


-¿Ellos saben lo que me ha pasado?-la pequeña lo dudaba muy mucho. Si no lo sabía no ella misma, ¿Cómo demonios podía esperar que ellos lo supieran?


-No, no lo saben. Y mejor que no lo sepan. No digas nada, ¿lo prometes?-el tío le lanzó una mirada severa, con un brillo en los ojos que no admitía discusión alguna.


Pero la pequeña no se rendía tan fácilmente. Se inclinó un poco hacia él y con un tono un poquitín petulante, en un intento de sarcasmo, dijo:


-¿Cómo quiere que les diga algo? Creo que tendría que saberlo yo primero. ¿Me lo va a decir o no? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no recuerdo nada? Tiene muchas cosas que contarme.


El hombre suspiró. Eso era justo lo que se estaba temiendo. Ya había pasado demasiado tiempo sin que la niña le hubiese hecho demasiadas preguntas…aquel momento tenía que llegar de un momento a otro. Y tenía que ser tajante…por el buen de Katherine.


-Entonces mejor así. No sabrás nada ni ellos tampoco sabrán nada. Es lo mejor para ti y es lo mejor para todos nosotros, sobre todo para ti. Y tampoco quiero que ellos sepan que has perdido la memoria…que tus primo no lo sepan, ¿de acuerdo? Tendrás que inventarte algo.


-¿Para mí?-inquirió la pequeña, frunciendo el ceño-¿Cómo puede saber usted lo que es mejor para mí? Seguro que no me conoce.


-En estos momentos no te conoces ni a tu misma, pequeña Katherine. Pero aprenderás, ya lo creo que aprenderás… y sabrás que hice esto por tu bien. O mejor dicho, no lo sabrás nunca.-El hombre se llevó un dedo a los labios como si con ello fuera a hacerle caso, pero Katherine no estaba por la labor. Una extraña impaciencia se había apoderado de ella, una impaciencia que era más fuerte que la que había sentido en el tren. De alguna forma necesitaba saberlo. Aquella neblina que había en su memoria la asustaba a ratos. Frunció los labios, dispuesta a seguir insistiendo.


Pero entones vio algo en los brazos de su tío que hizo que su resistencia se desvaneciese como un helado al derretirse, lo bastante lentamente como para que la niña lo percibiera. Su tío le ocultaba algo, eso estaba más claro que el agua, lo veía en sus ojos, pero aún así…no protestó. Algo en ella le dijo que lo mejor era no saber nada.


Al menos por el momento.


Agachó la cabeza y respondió con voz queda.


-Descuide. No diré nada. Ni insistiré.


-Entonces vámonos.-dijo su tío levantándose. A estas horas ya nos estarán esperando-miró el reloj para no mostrar la expresión de alivio que probablemente debía de tener en aquel instante. Aquello era justo lo que se esperaba… Era mejor así.


En eso pensaba cuando ambos salieron de la cafetería.


Y cogiendo un taxi, se encaminaron hacia Slaforn Ville.


El viaje fue la mar de divertido, Katherine recordaría aquello años más tarde como una travesía llena de color y de vida. Sobre todo de vida, ¡había tanta vida! La hierba era verde, las flores eran de todas clases y se mecían por una breve y deliciosa brisa que la pequeña ya había percibido al salir del tren. Durante mucho rato pasaron por paisajes que recordaban claramente a los del Jardín del Edén, sobre todo cuando el sol iluminaba a las flores acentuando de alguna forma su delicada belleza. Había sobre todo tulipanes, margaritas y violetas. Las flores predominantes, las que predominaban en aquel Edén improvisado.


Y entonces Katherine no pudo evitar pensar que quizás el sol no se pondría jamás allí, ¡era tan luminoso! Y había tanta vida allí…


Pero lo mejor de todo fue cuando vio el mar por “primera vez” para ella.


Ella no pudo evitar maravillarse ante la belleza y magnificencia del mar…le entraron ganas de saltar y de corretear allí mismo. Pero claro, aquello habría molestado al taxista.


No tardaron demasiado en llegar a su destino aún cuando el viaje se le hizo al hombre una eternidad. Estaba más nervioso que la propia niña, ¿qué pensarían ellos cuando la vieran…”de nuevo”? Hacía años que no la veían, la última vez que la habían visto era prácticamente un bebé. Y esperaba que la pequeña no le contase a sus primos que había perdido la memoria… sobre todo cuando le contó a Katherine qué era lo que debía de decirles a sus primos.


Y ahora… no parecía ya un bebé, pero tampoco se comportaba como una niña de su edad. Una niña de su edad debería estar al menos un poco asustada ante la perspectiva de ir a conocer a un montón de personas que no conocía de nada y que recibían el nombre de “familia”. O al menos tendría que estar un poco nerviosa…


Pero ella no sentía nada de eso, ni por asomo. Parecía como si el miedo o la ansiedad fueran emociones totalmente desconocidas para ella. Como si no existieran. Sentía curiosidad, expectación, veía el mundo con ojos nuevos.


Tal vez era mejor así. Tal vez.


-¿Te encuentras bien, tío?


El hombre pegó un pequeño respingo. Había estad tan ensimismado en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que la pequeña lo había estado mirando fijamente, con sus ojitos azules fijos en él…y en su sombrero. Vio como ahogaba una risita.


-No, Katherine, no me pasa sólo estoy algo nervioso-negó con la cabeza, algo sorprendido. Era la primera y la última vez que admitiría que estaba nervioso, al menos ante una niña pequeña como ella.


-¿Y eso por qué?-la pequeña ladeó la cabeza, con sus ojitos azules brillando con esa curiosidad infantil tan propia de ella. Infantil, el hombre no quiso buscar otra palabra.


-Porque eres nueva en la familia, por lo que dirá el resto. Por las emociones que sentirán…tanto tú como tus padres.


Hubo un pequeño instante de silencio, pero en aquel instante Katherine vio por la ventana, que a lo lejos, coronando las tranquilas olas del mar, había una pequeña islita. La señaló.


-¿Conoces aquella islita? Es preciosa. ¿Me llevas?


El hombre rió alegremente. Se había relajado un poco.


-No creo que haga falta que te lleve yo, pequeña. Lo hará tu hermana. Porque ¿sabes? Le pertenece a ella…y ahora te pertenece a ti también.


Los ojos de Katherine brillaron alegres. Había olvidado por completo aquel ramalazo de impaciencia que llevaba sintiendo por todo el camino. Olvidado, pero aquella sensación no había desaparecido.


-¿Una isla para mí? Guau- a pesar de no recordar nada le parecía un poco extraño… ¿una isla sólo para ella y para su hermana? Aquello era un poco extraño, porque los niños no solían poseer islas… al menos no cuando los padres están con vida.


-Bueno, es una historia interesante… ocurrieron tantas cosas allí…-el hombre le echó un rápido vistazo a la isla y sonrió recordando. Él no había pisado jamás la isla, la verdad, pero sus hijos sí…


-Cuéntamela.


El hombre negó con la cabeza.


-No, ya te enterarás cuando llegues. Mejor que te la cuente tu hermana.


La niña le puso ojitos, aquellos que solían poner los niños cuando querían algo con mucha fuerza. Y ella era una experta en ese arte, más por instinto que por práctica. El hombre gimió, pero luego se echó a reír.


-Bueno, de acuerdo, te contaré algo, pero sólo para que dejes de insistir. Cuentan muchas cosas acerca de aquella isla…dicen que hay toda clase de cosas allí…criaturas fantásticas que viven en ella.


-¿Es una isla “mágica”?-la pequeña frunció el ceño un momento ante la última palabra. Mágica… era una palabra que se le antojaba extraña, aunque le gustaba…y mucho.


-No, ¡sólo son leyendas! Pero es un lugar perfecto para jugar e incluso para acampar, y es fácil de llegar en barca. Tus primos y tu hermana hace dos años estuvieron allí durante una semana… y tuvieron una...”aventura” por así decirlo.


-¿Una aventura? Cuál, cuéntemela, cuéntemela, cuéntemela, cuéntemela…-la niña se puso a darle golpecitos al hombre en el brazo y mirarle con una cara que el hombre estuvo a punto de ceder de nuevo. Carajo, la mocosa ésa era toda un experta en el arte de la convicción. ¡A saber cómo sería cuando fuese mayor!


Por suerte logró mantenerse firme respecto al tema. No se lo contaría, no aún. Para que la sorpresa fuese mayor. La niña se resignó al final con elegancia, sobre todo porque poco después se distrajo al ver el pueblo, que estaba cada vez más cerca. Así como el mar.


El hombre sonrió y suspiró, terminando de ordenar sus papeles.


Y en ese silencio llegaron a Villa Slaforn.


Era un pueblo bastante pequeñito, pero que no le faltaba el más mínimo encanto, era precioso, la verdad.


Era un pueblito de las afueras, en apariencia bastante sencillo y pobre, con edificios pequeños, casas alegres, llenas de color. La mayor parte de los edificios eran viejos, pero estaban bastante bien conservadas y se mezclaban un poco las casas de los ricos y de los pobres, pero aquello no parecía importarle demasiado a la gente, que paseaba cada una sumida en sus quehaceres. Las mujeres con sus compras y sus chiquillos de la mano, los niños jugando por la calle, algunos hombres trabajando, la mayor parte pescadores, y algunos charlando quién sabe de qué temas…


Además, todo tenía un aire tan misterioso…como si aquel pueblo ocultase un secreto. Katherine podía percibirlo claramente. Y algo le decía que lo acabaría averiguando… tarde o temprano.


La pequeña lo observaba todo atentamente de la mano de su tío, quién sonreía complacido ante la natural curiosidad de la niña, y al ver que el pueblo le gustaba. Aquello adelantaría mucho las cosas.


De vez en cuando se paraba para charlar con alguien, con algún pescador o con algún viejo amigo del pueblo, pero Katherine apenas escuchó lo que le decían. Estaba más ocupada captando cada detalle…como si fuese la primera vez.


Y finalmente, pasadas un par de horas, llegaron a su casa.


Era la que estaba más alejada de la ciudad, tanto que los vecinos más próximos estarían seguramente a un kilómetro a la redonda, o a medio kilómetro por lo menos. Parecía una mansión salida directamente del pasado, en un siglo antiguo en el que todo era más delicioso…y duro al mismo tiempo.


Katherine podía percibir el ambiente tierno que encerraba su pasado, de alguna forma podía… y aquello le gustó. Es más, aquello fue lo que más le gustó de la casa, que se conservaba en pie con dignidad, al igual que el resto de las casas del pueblo, a pesar de tener aspecto viejo… Y era una mansión altísima, tan alta como el sauce que estaba plantado en su propio jardín.


Cuando su tío abrió la verja de entrada, la pequeña advirtió que las flores estaban en pleno crecimiento, señal de que habían sido plantadas hacía relativamente poco. Pero lo que más le llamó la atención fue un gato negro que estaba subido en una de las ramas más bajas del sauce… sus hermosos ojos la miraron fijamente, como si estuviese esperando algo…luego se entrecerraron y mediante un destello rápido desapareció.


Mientras tanto su tío ya estaba llamando a la puerta.


Y parecía mucho más nervioso que antes. La pequeña le sonrió tratando de darle ánimos.


Entonces abrieron la puerta.


La mujer que había abierto la puerta debía de tener alrededor de unos treinta años. Ya de primera vista parecía una persona dulce y amable, con su pelo largo y rizado y sus ojos de un color verde pálido, que observaron a la niña con un nerviosismo que se parecía sospechosamente al de su tío. La niña le sonrío, de primera vista le había gustado el aspecto de la mujer. Parecía una buena persona. Aunque lo advirtió sobre todo por el brillo tierno de sus ojos. Tierno y lleno de emoción, sobre todo cuando se volvió hacia su tío y le preguntó.


-¿Es…ella?


El hombre asintió con la cabeza y susurró con una sonrisa de lado:


-Sí, es ella.


-¿Qué…?-la pequeña no pudo evitar hablar. Se estaba impacientando un poquito otra vez. ¿Se puede saber de qué demonios estaban hablando...? Pero sobre todo, ¿quién era ella? Su tío le apretó un poco más fuerte la mano y le dijo:


-Katherine, esta mujer es tu madre.


¿Su madre? Al principio no se lo creyó, simplemente no pudo creérselo, porque vamos a ver… no reconocía el más mínimo parecido en el rostro de aquella mujer. Ni en el pelo, que era rizado y su color varios tonos más claros que el de ella, ni en la piel ,pues la mujer era bastante más pálida que ella… ni en los ojos, cuyo verde no era nada comparado con el sorprendente azul de ella.


Pero aún así, la verdad es que sí que había algo que… porque, pensó, si te fijabas bien en ella su rostro era tan redondo como el de ella, sus manos, igual de finas. Aunque de todos modos… ¿qué más daba? La genética a menudo solía jugar malas pasadas. ¿Por qué no iba a creerle? ¿Qué no iba a creer ya a estas alturas? Si no lo fuera estaría claro que tendría que recordar a su verdadera madre… pero no recordaba absolutamente nada y algo en el tono de voz de su tío le decía que no mentía. Ladeó la cabeza, sin apartar la vista de la mujer, y dijo como si le costase hablar.


-¿Ma…má?


La mujer sonrío llena de emoción. Sí, aquello era muy propio de una madre. Respondió, mirando a la niña con ternura.


-Sí, Katherine, soy yo.


Luego le dio un fuerte abrazo a la niña, sin poder evitarlo. Parecía estar a punto de llorar. La niña se sintió conmovida y le siguió el abrazo palmeándole un poco la espalda. Luego la mujer se puso en pie con lágrimas en los ojos y la tomó de la mano, haciendo que la siguiera.


-Ven, pequeña, vamos a conocer al resto de la familia.-le indicó lanzándole na rápida y fugaz mirada al hombre, quién se encogió de hombros tan rápidamente que la pequeña no lo llegó a ver.


El interior de la casa era tal como ella se lo había imaginado. El mismo tierno ambiente del pasado recorría prácticamente todo el ambiente, como si fuesen líneas de energía de poder. Los muebles eran antiguos y delicadamente encantadores, de aspecto frágil aunque se mantenían en buen estado, tal como el resto de las casas del pueblo. Llegando al salón, que era la sala más grande de toda la casa, vieron a un hombre muy alto de quién le dijeron que era su propio padre.


En aquel hombre, para su sorpresa, tampoco encontró parecidos apreciables, a pesar de que era un hombre de brillantes ojos azules, y su pelo negro era un poco parecido al de Katherine. Un poco más porque su pelo era de un negro común, mientras que el de la niña era de un negro azulado, con un leve brillo violeta que sólo se veía bajo la luz de un sol excesivamente caluroso. Y tenía un aire imponente, tan alto, tan erguido y con una expresión tan malhumorada, con ese ceño fruncido que desapareció cuando entró la niña en la sala, adoptando una expresión levemente parecida a la de la mujer, quién le indicó algo y luego se tapó la cara con su otro brazo, tratando de contener algo…las ganas de echarse a llorar de alegría. La niña le echó una rápida mirada entonces le quedó claro. Sí…aquella mujer era su verdadera madre. Cualquiera lo vería. Y el hombre… en los rasgos se parecía a su tío, aunque su aura imponente le daba un aspecto claramente distinto.


Pero aún así parecía ser un hombre de confianza.


Su tía también se levantó en cuanto llegó la pequeña, y se colocó a la altura de la pequeña para darle otro fuerte abrazo. Tenía el mismo aspecto de ingenuidad que su propia madre, aunque sus ojos azules eran más hermosos. Azules como el cielo. Aquello le gustó a la niña, quién le dedicó una agradable sonrisa. Aunque le extrañó un poco que los ojos de ésta se fueran tan a menudo a los de su marido, como si le hiciese una pregunta con los ojos.


Y lo que más le alegró fue percibir la alegría contenida en cada uno de los presentes, que se alegraban sobremanera de verla, de tenerla allí con ellos.


Pero faltaba algo para que el escenario fuese perfecto…o falta alguien. Su tío ya le había dicho algo al respecto en la cafetería, y luego en el taxi. Preguntó.


-¿Dónde están los demás?


Su madre respondió, ya algo más controlada.


-Tu hermana y tus primos vendrán enseguida. Salieron a la playa y llegarán alrededor de la hora de comer. Y la verdad, no debe de faltar mucho para ello.


Luego volvió a tratar de hablar, con la intención de preguntarle una cosa a su hija, pero su tío la cortó inmediatamente.


-¿Puedo hablar con vosotros un momento? ¡JOANNA! Ayuda a la señorita Delaga a instalarse.-gritó el hombre a una mujer regordeta que acababa de entrar mientras la madre suspiraba.


-Volveremos enseguida, Katherine, tú vete instalando. Ella te ayudará, es la criada-su tío señaló a la mujer regordeta quién le sonrió con ternura.


¿Una criada? No sabía que iban a tener una criada. ¿Tan ricos eran? Mientras pensaba en aquello oyó como la criada le hacía una pregunta al hombre.


-Pero señor… ¿y las maletas?


El hombre negó con la cabeza.


-No tiene nada. Mañana tenemos que ir a comprarle todo lo que necesita.


Dicho esto los cuatro adultos desaparecieron en el despacho del padre de Katherine para hablar de lo que tuviesen que hablar. Un asunto importante, eso es lo que parecía. Katherine tuvo la sensación de que sería algo respecto a ella, pero no tuvo demasiado tiempo para reflexionar sobre ello porque Joanna la empujó suavemente para que subiera las escaleras hacia su habitación.


Mientras subían le hizo a la criada las preguntas que se llevaba un buen rato guardando, preguntas que se había abstenido de preguntar antes por temor de molestar a los otros adultos.


-¿Soy adoptada? Dígamelo, no le diré nada a nadie.


Lo sabía, la criada parecía espantarse un poco ante esa pregunta.


-¡No! ¿Por qué lo pregunta, señorita?


-¡Pues porque no me parezco a nadie! Si pertenezco a esta familia, ¿no tendría que parecerme aunque fuera al menos “un poco” a alguien?- y esto no lo sabía por memoria lo sabía por pura intuición.


-Bueno, señorita, eso es algo difícil de explicar. Usted tuvo al nacer una especie de…mutación genética.-dijo la cocinera con una voz un poco confusa.


-¿Mutación genética? ¿Qué es eso?


-Es difícil de explicar, pequeña, y de todos modos no eres lo bastante mayor para entenderlo, ni siquiera yo misma lo entiendo. En realidad te pareces a tu joven abuela, en los ojos, pero en cuanto a lo demás… tus genes cambiaron, eso es todo es algo que suele ocurrir con algunos familias cuando aparecen rasgos nuevos. Pero repito, cuando seas mayor lo entenderás mejor.-la cocinera trató de explicarlo mientras hablaba con gestos, pero luego se rindió y meneó la cabeza, tratando de disipar su confusión.


La pequeña suspiró. O sea que era por eso. Víctima de una mutación ge… o lo que quiera que sea eso. Y se parecía a su abuela…. Vaya, iba a tener que pedirle o a su tío o a su padre una foto de su abuela, aunque de todos modos no es que no se fiara de lo que le habían dicho.


Se había hecho esas preguntas, pero en realidad tampoco es que dudara precisamente de lo que le habían dicho. Era demasiado pequeña para hacerse esas preguntas en serio, además, ¿para qué le iban a mentir? No saldrían ganando con eso, estaba más claro que el agua que su tío le decía la verdad…en todo lo que le había dicho. La pequeña no sabía lo que era la mentira, lo veía todo con ojos nuevos y aquel era el primer lugar que veía…el primer lugar al que pertenecía…algo en ella le decía que todo aquello era completamente cierto.


Pero también le decía que se guardaba algo más.


Aunque de todos modos olvidó aquello, sobre todo cuando la cocinera dio un gritito de sorpresa que la sobre saltó.


-¡Uy, me he despistado!


En efecto, la criada se había despistado y había llevado a Katherine a su propia habitación, en la que había lo que parecía una cómoda cama plegable, situada en la pared que estaba enfrente a la propia cama de la criada. La señaló mientras la preguntaba a la cocinera.


-¿Y esa cama?


-Es para tu prima. Tú duermes con tu hermana.


Pegó otro pequeño sobresalto porque mientras lo decía la pequeña había ido corriendo hacia la cama, y de un salto se había tirado en ella. Se puso a saltar en ella alegremente mientras decía.


-Me gusta más esta habitación, ¡se está mejor!


Parecía más cómoda, se dijo la niña, aún cuando no había visto la habitación que verdaderamente le correspondía, pero lo que de veras le había gustado de la habitación eran las magníficas vistas que se veían desde la ventana, y el pequeño rincón que había debajo de la cama… que ocultaba claramente algo. Pero se dijo que lo averiguaría más tarde, cuando estuviese sola en la habitación.


La cocinera se echó a reír alegremente, viendo como le gustaba tanto aquello, un poco complacida incluso.


Era lo que más le había gustado de toda la casa con diferencia, porque le daba la sensación de que allí podría rascar o rescatar algunos de los muchos secretos que ansiaba saber.


-Quiero quedarme aquí-declaró la niña con un sonsonete infantil, muy propio de su edad.


La cocinera se echó a reír otra vez.


-¡Venga a ver su habitación primero y ya me dirá si le gusta más o no!-le indicó la mujer bajándola de la cama.


La pequeña la siguió a una pequeña habitación que estaba justo al lado de las escaleras que conducían al ático.


Era una habitación pequeñita pero hermosa, muy sencilla con dos cama que dejaban el espacio justo para levantarse y vestirse, y sólo tenía dos mesitas de noche y un armario enorme de anticuario que se encontraba justo al lado de la puerta. Y había que decir que lo más hermoso de aquella habitación era la ventana, que daba vista a un tapiado de rosas sin espinas, dándole a la habitación un toque muy al estilo de “la Casa de la Pradera”.


Pero era demasiado sencilla para su gusto. La habitación del ático era mucho más interesante.


Entonces escuchó unos pasos subir por la escalera. Su madre, que se asomó por la puerta de la habitación sonriente.


-¿Y bien, Katherine? ¿Qué te parece tu habitación?


La pequeña se acercó a ella y le cogió de la mano mientras le decía, poniéndole los mismos ojitos que le había puesto a su tío.


-Mamá… ¿puedo dormir en la cama del ático? Es mucho más bonita que ésta, me siento mejor allí, anda por fa por fa…


La madre se extraño.


-¿Pero no te gusta más ésta?


-Me gusta más la habitación de arriba, mamá, tiene una vista mucho más bonita y hay más espacio.


La cocinera le dirigió a la madre una mirada meditabunda. Pero ésta asintió con la cabeza soltando una risita alegre.


-Dejémosla por ahora, Joanna, si a usted no le importa.


-No, ya sabe usted que no, pero…


-¡Oh, eso otro no es problema!


Y entonces la madre se acercó a la cocinera y le susurró.


-No le hará daño quedarse allí una temporada. Ya cuando sea un poco más mayor le cambiaremos de habitación.


La cocinera asintió.


-Entonces de acuerdo.


Y le dijeron que sí podía quedarse en la habitación del ático. La pequeña dio un pequeño saltito de alegría.


-¡Bien!-ya se sentía un poco más como en casa, aunque no del todo, la verdad.


La madre sonrió al ver la alegría de la pequeña. Había hecho bien al dejarle quedarse allí. Entonces dijo:


-¿Te gusta la casa, hija?


La pequeña simplemente asintió, sin decir nada más. No estaría bien dar una opinión más concreta, al menos no ahora.


-Pues ven conmigo, tus primos y tu hermana acaban de llegar, ya es la hora de que vayas a conocerlos.


Entonces Joanna subió a su habitación para preparar un poco mejor la habitación, mientras Katherine y su madre bajaban para conocer al fin al resto de la familia…a los benjamines.


Y allí estaban en el vestíbulo, charlando animadamente unos con otros, todos bronceados y felices. En cuando la vieron entrar se giraron hacia ella, sonrientes.


Katherine supo ipso facto quién era su hermana mayor. Lo supo porque era igualita que su padre, prácticamente era su versión…”femenina” por así decirlo, con el mismo pelo rizado, los mismos ojos azules y llameantes, una cara parecida…


Aún así su expresión era muchísimo más jovial que la de su padre, jovial pero sobre todo expectante. Miró a su hermanita con curiosidad. Y no pudo evitar caer en la cuenta de que estaba más morena que los otros tres que estaban a su lado…tanto como ella. Se podía reconocer más en su hermana, se parecían un poco más…aquello la alivió un poco.


Pero los otros tres…sus primos se parecían poquísimo a ella, era como tres alemanes al lado de un cubano, mucho más pálidos. Dos de ellos eran rubios incluso, el mayor y la chica pequeña, que tenía casi su edad.


El mayor era Peter, y era sorprendentemente parecido a su padre, era casi un clon joven de él, sólo que su pelo rubio era bastante más claro, parecido al de su tía. Supuso que tendría trece años, según lo que le había ido contando su tío, aunque le pareció alto y fuerte para su edad. Antes de ver a los otros tres supo que sería con el que mejor se llevaría. Transmitía una sensación de seguridad que no lograban traer ni sus padres ni su tío, era algo extraño…además, su jovial sonrisa le hizo sentirse mucho, mucho mejor. Parecía ser, sobre todo, un muchacho muy responsable. Además, sus ojos no delataban otra cosa más que generosidad, y aquello le gustó mucho.


El otro chico, Richard se parecía bastante a Peter pero no lo suficiente. Su pelo era castaño claro, no como el de sus padres, sino de un tono parecido al de su madre, y sus ojos claros eran de un azul pálido, pero lleno de vitalidad. Todo él estaba lleno de vitalidad, parecía ser un muchacho divertido…pero la pequeña decidió esperar antes de juzgar.


La niña, Bianca, se parecía un montón a su tía, con su pelo corto rubio y su ingenuidad, porque parecía una muchachita tímida, pero agradable, sobre todo generosa. Y muy amable, por lo que ya pudo ver. Debía de tener sólo un año más que ella, que tenía diez recién cumplidos…al menos eso es lo que quiso creer.


Los cuatro la miraban, dándole la bienvenida con una cálida sonrisa. Peter se adelantó y preguntó.


-¿Eres tú, de veras eres tú?


-Katherine… ¿mi hermanita pequeña?-dijo su hermana a su vez.


-Sí, soy yo…-dijo la pequeña algo confusa. ¿Y tú cómo te llamas…?


Al menos eso es lo que creo.


- Bonnie…aunque todos me llaman Bobby.


- ¿Bobby? ¿Pero ése no es nombre de chico? – A Katherine le extrañaba aquello. Y la verdad, si te fijabas bien en ella, sí que parecía un muchacho…tenía el pelo sorprendentemente corto, y con el bañador parecía verdaderamente un chico, además de con los pantalones cortos. Ropa de chico. Katherine no pudo evitar preguntarse si la llevaría todos los días.


- Bueno, es que aquí al señorito Bobby le encanta hacer pasar por un chico-dijo Dick con un tono de retintín que hizo que Bobby le tirase un cojín a la cabeza, un cojín que él atrapó entre risas.


La pequeña se sorprendió. Aquel pequeño detalle le parecía sorprendentemente gracioso. ¿Hermano? ¿Hermana? ¿Qué más daba?


Hermana… ¡hermana! Aquella palabra repentinamente caló en su mente como si de una campanilla se tratara…haciendo que durante un breve instante sintiese ganas de llorar.


Por suerte aquello fue tan fugaz que apenas se dio cuenta de ello.


-¡A COMER!-gritó Joanna, que había bajado a terminar de preparar la comida sin que ella ni nadie se diesen cuenta.


Todos se arremolinaron rápidamente en torno a la mesa. Katherine fue colocada entre su madre y su hermana, mientras la pequeña lo observaba todo con una inquietante curiosidad. Además, había olvidado que estaba muerta de hambre, no había comido nada desde el desayuno en aquella cafetería de Londres.


La comida estuvo deliciosa. Consistió principalmente en un buen estofado, tomates, lechuga, jamón… y un pastel de carne de postre.


Todo estaba absolutamente delicioso… ¿Sería por qué el mar estaba cerca? Porque dicen que el mar suele abrir el apetito.


Tras aquella comida la pequeña se marchó con su hermana y sus primos a un paseo por la playa que había justamente enfrente de su casa, para conocerse mejor. Katherine se maravilló de ver como los paisajes embellecían a medida que abandonaba el pueblo, que la flora era más rica, la fauna más extensa y la playa más hermosa… y virgen, exceptuando por los pescadores que había todavía por allí recogiendo sus redes o simplemente regresando a su casa.


La brisa de la tarde era justamente igual que la de la mañana, y el mar casi no tenía olas. Es más, prácticamente no tenía ninguna ola… aquel primer día el mar estaba demasiado tranquilo. Y en parte aquello era un soberano alivio.


Allí se pasaron un buen rato charlando, contándose toda clase de cosas. Katherine no tuvo entonces más remedio que contarles a sus primos y a su hermana lo que su tío le había dicho que debería de contarles. Era evidente, por cierto, que ellos tampoco sabían toda la historia, que probablemente sabían menos que ella, solamente los cuatro adultos de la casa lo sabían… y aquello, de alguna forma, la molestaba. No sabía por qué, pero la molestaba sobremanera.


Pero pronto olvidó su aflicción cuando sus primos comenzaron a contarle toda clase de cosas de su vida, sobre todo lo que habían pasado juntos, y de lo que había pasado en aquella isla hacía apenas un años. Y la versión de aquellos cuatros chicos era mucho más interesante que la de su tío. Mucho, muchísimo más interesante.


Al parecer aquel anciano con el que se habían encontrado era un viejo hechicero celta que los había salvado de una muerte segura… a través de unos contrabandistas malvados que habían cercado en la isla para esconder su contrabando, que más bien en vez de contrabando era “secuestro” pues la mercancía no era más que una niña pequeña a la que rescataron.


Katherine escuchó emocionada su relato del milagroso rescate, ¡dios santo, menuda aventura! Le daba una envidia tremenda, y en ese instante no deseó más que ir allí a acampar, o a correr aventuras parecidas. Y más se emocionó cuando le prometieron que la llevarían a la isla al día siguiente para que la viera.


Todo aquello era una buena perspectiva, un buen… ¿despertar?


Pero sobre todo era puerto seguro.


Al anochecer llegaron a casa.


Al anochecer…aquella noche pasó de un modo sorprendentemente rápido, sobre todo después de haber cenado un maravilloso festín de comida fresca. Y también porque todos estaban tan cansados que se fueron temprano a la cama, alrededor de las diez.


Un poco más tarde, alrededor de las once, cuando todos los de la casa dormían, la pequeña se levantó para mirar por la ventana. No pudo evitar hacerlo, desde que entró por primera vez allí siempre deseó echarle un vistazo a la ventana, un vistazo más largo, con más detenimiento.


Lo que se veía afuera no era más que un pueblo dormido… todo se veía mucho más hermoso a los ojos de la noche, pero la verdad, daba un poco de miedo. Había tanta paz, tanta tranquilidad.


Aquello le recordaba de alguna forma a su despertar en el tren. A aquella oscuridad que había visto antes de abrir los ojos.


Resignada, se fue a la cama. Al poco rato la noche se le volvió a echar encima, aparte de una antigua soledad que olvidó antes de que llegara la mañana.


Espera y sueña,


Despierta y no esperes


Sueña con que estás a salvo,


Mantente alejada,


De toda esta locura,


Tras el otro muro


De la salvación, estás en


El otro lado,


La oscuridad te envuelve,


Estás a salvo,


Sueña que estás a salvo,


Sueña que estás a salvo,


Espera que el dulce sueño


Te envuelva,


Que sobrevenga la oscuridad


Y que el pasado


Quede borrado para ti,


Mi querida niña,


La elegida,


No sabe nada,


Espera que la encuentren,


Porque la oscuridad


La envuelve


Poco a poco


Y cae en un dulce sueño,


Dulce sueño


Hasta nueva orden,


Al despertar definitivo


En el que tendrás que rescatar los restos


De aquella fortuna…